Cata de vinos en Vinoble | T.S.
Jerez

Château D'Yquem puso el broche de oro y trajo la excelencia a Vinoble

Gran expectación para la cata de cuatro añadas de esta mítica casa francesa La bodega presentó ayer el nuevo vino que ha lanzado al mercado, el de 2004

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Son sólo 100 hectáreas de terruño en plena región de Sauternes (Francia), pero los caldos que nacen de la alquimia entre las uvas semillon y sauvignon y la podredumbre noble -provocada por el hongo de la botrytis cinerea- son toda una leyenda, un mito que hace de Château D'Yquem el símbolo de la excelencia y el más perfecto broche de oro para clausurar la sexta edición de Vinoble.

En la finca presidida por un castillo del siglo XV se producen estos vinos dulces que brillan entre los mejores del mundo y que se benefician de la cambiante climatología de la zona que propicia la aparición de la podredumbre noble, el milagro de la botrytis que «o te mata o te hace inmortal», explicaba ayer admirado el comisario del Salón de los Vinos Nobles, Carlos Delgado.

Por tercera vez en la historia de este evento, los privilegiados asistentes pudieron catar ayer cuatro millésimes -añadas- de estos caldos dulces y descubrir la fórmula que se esconde detrás de la leyenda: vendimias que realizan a mano unas 200 personas seleccionando grano a grano la uva, eligiendo el punto exacto de maduración y casi siempre en varias pasadas, lo que en ocasiones ha provocado que las cosechas puedan alargarse varios meses, incluso hasta noviembre.

En palabras del actual presidente de esta mítica casa francesa propiedad del Grupo LVMH (Louis Vuitton), el enólogo Pierre Lurton, «después de haber vivido la experiencia de la vendimia en Châteu D'Yquem, hacer un vino tino debe ser algo muy fácil».

Pero el exquisito caldo que ayer volvió a causar expectación entre los asistentes a la cita vitivinícola de Jerez tampoco sería la joya enológica que es sin una estricta política de calidad que ha llevado a la bodega a no embotellar determinadas añadas que no se consideraban suficientemente buenas. Es el peligro que tiene perseguir la excelencia. Sin contar que hay factores a tener en cuenta como el de «jugar con el riesgo, saber esperar a que la uva tenga el punto justo de podredumbre que nos permita adquirir los alrededor de 20 grados de alcohol precisos».

La tradición de Château D'Yquem la sustenta un gran equipo liderado por la jefa de bodega, la ya habitual en Vinoble Sandrine Garbay, al que se unió en 2004 Pierre Lurton, que ayer también estuvo presente en la cata que se ofreció simultáneamente en La Mezquita y la Sala del Molino del conjunto del Alcázar.

Lurton, que se mostró entusiasmado de participar en este salón, explicó su decisión de incorporarse a este proyecto con el que «he cambiado de vida para jugar con la podredumbre noble», y dejó claro que su principal tarea en esta nueva etapa es «dar libertad a un equipo que ya lo hacía muy bien y en el que soy el director de orquesta».

Su primera obra en la bodega es uno de los caldos que se pudieron degustar ayer en Jerez, el de la añada de 2004, que es además el último vino que Château D'Yquem ha lanzado a mercado.

En este caso, y como detectaron algunos de los participantes de la cata, hay diferencias pese a mantener la tradición de esta bodega. Fue Sandrine Garbay la que explicó que «la marca de Lurton ha sido buscar más el sabor de la fruta en los vinos con maduraciones más cortas de la uva». Eso sí, «con los años seguirá siendo un Y'quem característico».

Como lo son el resto de los caldos que se pudieron catar, otras tres copas de oro líquido que, a tenor de los escasos rendimientos que tienen los viñedos de esta casa, representan una cepa de vino cada una.

Ayer en Vinoble, Sandrine Garbay recorrió la historia de esta bodega desde ese último lanzamiento hasta el del año inmediatamente anterior, 2003, para comparar caldos jóvenes con muy diferentes estilos según los ciclos. Este año, a diferencia de 2004, la cosecha se hizo en apenas nueve días y de una pasada en la que es «la vendimia más rápida de la historia de Yquem».

La tercera copa se remontó diez años atrás, a la añada de 1998, para probar un vino en su segunda fase de maduración y comprobar cómo envejece. Así se preparó el paladar para la joya de la cata de ayer, la millésime de 1988, que junto a las de 1989 y 1990 están «entre las mejores de la bodega», resaltó Garbay. Es un vino complejo, lleno de matices y equilibrio que supuso el colofón perfecto a Vinoble.

ppacheco@lavozdigital.es