PLACER. Los asistentes disfrutaron de unos caldos que «están muy vivos». / CRISTÓBAL
Jerez

El jerez toma el protagonismo y hace valer su «culto al tiempo»

La Mezquita acogió una cata en la que se pudieron probar seis reliquias enológicas del Marco, algunas a la venta Varios Master of Wines acudieron a esta cita «excepcional»

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Nunca tanto como ayer el vino de Jerez se hizo con el protagonismo en el Salón de los Vinos Nobles, Licorosos y Dulces Especiales que ayer vivió su tercera jornada con una cata que el mismo comisario de Vinoble, Carlos Delgado, calificó de «excepcional» por la rareza de los caldos que se pudieron degustar. Algunos han sido rebuscados en las existencias de las más importantes bodegas y ni siquiera están a la venta. «Ciertos vinos que se muestran en este certamen sólo se pueden probar viniendo aquí, y esa singularidad se concreta en esta cata», subrayó ayer Delgado.

La iniciativa de realizar esta cata comentada en la que el director general del Consejo Regulador del Vino de Jerez, César Saldaña, mostró ejemplos de algunos de los vinos «más viejos del lugar» partió del comisario de Vinoble, que puso en aprietos al representante de la Denominación de Origen al encargarle que «entre tanta vejez como hay en esta zona eligiera aquellos caldos que expresaran la sabiduría de un proceso de elaboración único».

Ayer, Saldaña presentó en Vinoble varios tesoros enológicos que «son el ejemplo perfecto del envejecimiento y de la durabilidad, valores que no están en alza en estos tiempos, pero que en Jerez siguen siendo un referente». Y es que, sin lugar a dudas, la experiencia que se vivió ayer en la Mezquita del Alcázar con unos fantásticos jereces de gran vejez fue «la verdadera expresión del culto al tiempo».

No se trató de un experimento arqueológico. César Saldaña quiso dejarlo ayer muy claro al recalcar que «son vinos muy bebibles, de los que se puede disfrutar el sabor de la vejez excepcional». Tanto es así que uno de los objetivos que planearon durante la búsqueda de los caldos protagonistas de la cata fue «presentar vinos que incluso se comercializan, y no rarezas que al final acaban alejando al consumidor».

El esfuerzo realizado se compensó ayer con creces con la masiva asistencia a la cata -que guió el mismo César Saldaña-, que llenó no sólo la Mezquita sino también la cercana sala del Molino en la que se pudo seguir a través de videoconferencia. Eso sin mencionar que entre los presentes se encontraban algunos de los más importantes expertos en vinos del mundo, como los Master of Wine Sarah Jane Evans o Cathy Van Zyl, o el crítico y editor Julian Jeffs, que no quisieron perderse este acontecimiento que marcó la tercera jornada del salón.

Fue el día con más sabor a jerez de toda la sexta edición de Vinoble, ya que con cada sorbo de estos vinos concentrados, intensos y «eternos» en el paladar -aunque en boca son sedosos- uno degustaba una parte importante de la historia de Jerez con la que, además, están íntimamente ligados.

Y es que, como se encargó de recordar Saldaña y recalcaron también los de los enólogos de las bodegas que han cedido los caldos, algunas de estas reliquias han llegado a nuestros días por costumbres de la familias bodegueras, que con ocasión de acontecimientos especiales como el nacimiento de un hijo ordenaban crear una solera que ha llegado hasta nuestros días.

En otros casos, las soleras se han encontrado abandonadas al adquirir existencias de un antiguo negocio bodeguero o son ésas a las que se denominaba botas del «No», en las que se detectaba un caldo especial y se marcaban para que no se tocaran ni envejecieran con adición de vinos jóvenes.

Entre estos caldos «aún muy vivos», como destacó el director general del Consejo Regulador, y que «nunca más se podrán catar todos juntos como hoy», brillaron el 4 Palmas de González Byass, con 50 años de antigüedad y del que hoy en día sólo permanecen cinco soleras. O el AOS de Osborne, de 1903 con cuatro botas. También está el Oloroso VORS de Bodegas Tradición, formado por lotes sobre todo de Domecq y con unos 45 años de vejez; o el Palo Cortado Reliquia de Barbadillo, que surge de una de ésas botas del «No». Y con ellos un Viejo Cream de Valdespino fruto del ensamblaje entre Pedro Ximénez y oloroso y el más diferente, un vino de añada, el Vintage 1959 de Williams & Humbert.

Todos permitieron un viaje en el tiempo de gratas texturas y sabores. Como aclamó el mismo Carlos Delgado, «la vida permanece cuando la vida se hace arte».

ppacheco@lavozdigital.es