Cádiz C.F.

Un apagafuegos que todavía busca el éxito

Julián Rubio es un nombre con poco tirón mediático y que despierta dudas por sus últimas apariciones como entrenador. Pero nadie le puede negar su experiencia. 56 años de vida y 24 ligado al banquillo. Natural de Montealegre, este albaceteño, gran amigo de Víctor Espárrago (con quien coincidió en el Sevilla) destaca por su carácter osado y ambicioso. Posee una fortísima personalidad que no deja indiferente a nadie, y por ello la polémica le ha acompañado en muchas ocasiones.

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Como jugador triunfó en el conjunto hispalense y vistió la camiseta del Barcelona, donde se peleó con Josep Lluis Núñez y pasó de Primera a Tercera con el Albacete de su vida, al que ha entrenado hasta en cuatro ocasiones. Nada más colgar las botas en 1984, se metió en los banquillos. Ha entrenado a Albacete y Sevilla en Primera, y tiene una dilatada carrera en la categoría de plata (Ciudad de Murcia, Elche, Recreativo,...).

Estas estadísticas están al alcance de cualquiera. Pero su personalidad va más allá. Es el mejor apagafuegos porque su fuerte carácter hace reaccionar a los futbolistas en los momentos más bajos. Va a muerte con sus jugadores pero es un sargento que no permite la relajación. Duro y motivador, excluye del grupo al que no se entrega. No es un tópico. Ya ha tenido más de un roce con pupilos suyos.

Valiente y ganador, visceral, va de frente y no le van las medias tintas. Curtido en mil batallas, quiere regresar a los escenarios. El fútbol es la mejor terapia para superar sus problemas personales, que no han mermado un ápice su fortaleza.

Ayer atendía a LA VOZ antes de partir en coche desde Albacete a Cádiz, pasadas las diez y media de la noche. «Estoy muy ilusionado. Si no tuviera confianza, no me lanzaría a esta aventura. Conozco la categoría, aunque esto no es sinónimo de victoria. Estoy encantado de entrenar al Cádiz y el acuerdo ha sido rapidísimo», esboza con rapidez. Es amante del fútbol ofensivo (en primera se atrevió con el 4-3-3), pero sabe que la Segunda no permite demasiadas alegrías. Cádiz le puede traer el éxito que lleva tantos años buscando. Es un enamorado de la zona (tiene casa en Zahara), y está convencido de que esta tierra le devolverá el amor que le ha dado.