TÍTULO. Los jugadores del Manchester levantan la Copa de Europa. / EFE
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El Manchester se corona campeón de Europa desde el punto de penalti

El ex madridista Anelka falló para el Chelsea el lanzamiento decisivo Los de Alex Fegurson añaden a sus vitrinas su tercer título continental

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Un penalti parado por Van der Sar a Nicolás Anelka le dio al Manchester United su tercera Copa de Europa, diez años después de conseguir la segunda en Barcelona. El título se decidió en una tanda dramática. Cristiano Ronaldo falló como en Barcelona. John Terry tenía el torneo en el último lanzamiento. Pero se resbaló y mandó el balón al palo, dándole un balón de oxígeno al United. Después, la gloria para el portero holandés y Alex Ferguson.

Fue el final de un partido previsible. El United salió con Hargreaves para contener un poco más en el centro del campo y ese prodigio físico llamado Essien salió para detener a Ronaldo. Mínimas anotaciones para un guión previsible. El Chelsea ofreció el mismo discurso de siempre. Mucho músculo en el centro del campo, con un enorme Claude Makelele, y balones largos a Drogba. El marfileño realizó un magisterio de cómo hay que jugar de espaldas a la portería con el balón en los pies. El problema estaba después en la segunda línea, que no sabía qué hacer con el trabajo del ariete.

Sir Alex ha prohibido el balón aéreo y sus pupilos se esmeraron en mimar a la pelota hasta llevarla a los dominios de Cech. Hargreaves era el encargado de ultimar los ataques. El jugador anglo-canadiense levantaba la cabeza para centrar, buscando a algún miembro del tridente. Tévez, Rooney y Ronaldo merodeaban por el área, pero no remataban bien atados por la defensa. Hasta que Essien se comió un centro de Brown. Ronaldo realizó un cabezazo de libro y adelantó a su equipo.

El tanto no alteró los planes de Grant. Sus hombres buscaron el empate, que llegó al más puro estilo chelseaiano. Essien disparó en busca de la redención tras su error; el balón golpeó en dos defensas, Van der Sar se resbaló cuando fue a por el balón y el rechace lo recoge el más listo de la clase. Frank Lampard señalaba al cielo para dedicárselo a su madre fallecida.

Festival Drogba

El Manchester no encajó muy bien el empate. Se quedó perplejo, sin entender cómo le habían podido empatar. Las tornas cambiaron y ahora el Chelsea dominaba el juego. El gol de Lampard fue una inyección de moral porque sus compañeros comenzaron a creerse que podían ganar, que tenían posibilidades de fastidiar el doblete del United.

Y con un simple adelantamiento de líneas, los blues se hicieron con el duelo. No cambiaron el sistema, pero ahora Drogba tenía compañeros para darles el balón. El delantero africano era un espectáculo. Consiguió desesperar a Ferdinand y Vidic, dos centrales curtidos en mil batallas, y birlarles casi todos los balones. Drogaba tenía ahora mucho más cerca de Malouda, Joe Cole, Lampard y Ballack. Todos llegaban con más ganas y, sobre todo, con más fe. El Chelsea inició un bombardeo sobre Van der Sar. Drogba fue el que más se acercó, con un magnífico derechazo que se fue al palo.

A pesar del domino, el Chelsea no culminaba. Los dos entrenadores veían que el partido se iba a la prórroga y aguantaron los cambios. Hasta el minuto 87, no apareció Ryan Giggs, el primer hombre del banquillo. El galés le dio otro aire a su equipo en el tiempo extra. Era la pieza que necesitaba el United para dar un pase en condiciones y rematar en segunda línea. Terry le sacó un balón en la misma línea de gol. El conjunto londinense respondió con otro palo de Lampard y con balones colgados. Anelka, Drogba, Ballack y Terry lo intentaron en faltas y córners. Todos ellos también intervinieron en la trifulca final, que nació de una tontería (una devolución del balón) y acabó con Drogba expulsado. Desde ese momento, el Chelsea buscó los penaltis. Los encontró.