EL ÚLTIMO ADIÓS. Familiares de una de las víctimas velan su cadáver en Irrawaddy. / AFP
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Las restricciones de la junta militar retrasan el reparto de ayuda a Birmania

El ciclón 'Nigris' ha podido acabar con la vida de más de cien mil personas, según fuentes diplomáticas de Estados Unidos

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En cualquier país normal un Gobierno abriría sus fronteras a la ayuda internacional tras sufrir una catástrofe como el paso de un ciclón que podría haber dejado más de 100.000 muertos, según afirmó ayer la máxima representante diplomática de Estados Unidos en el país del sudeste asiático, Shari Villarosa. Pero la depauperada Myanmar, la antigua Birmania, no está regida por unos dirigentes al uso, sino por una junta militar que mantiene a la población aislada del mundo para perpetuarse en el poder.

Por eso, la asistencia humanitaria ofrecida por la comunidad internacional se estrella contra el muro de la hermética junta. Hasta ayer, el Ejecutivo no autorizó el aterrizaje del primer avión de la ONU, aunque previamente había recibido otros envíos por Tailandia, India y Bangladesh. «Algunos cooperantes esperan para entrar en el país», se quejó una portavoz de Naciones Unidas, que ha decretado 'zona catastrófica' al delta del río Irrawaddy, la región más afectada por los vientos de doscientos kilómetros por hora y las olas de tres metros que azotaron al sur el fin de semana.

A la vista de los cadáveres que flotan sobre los arrozales inundados y de la destrucción, el portavoz en Bangkok de la Oficina para la Coordinación de Ayuda Humanitaria de la ONU, Richard Horsey, explicó que «casi toda la parte inferior del delta, que tiene 5.000 kilómetros cuadrados, está bajo las aguas». A medida que mengüen y afloren los devastadores efectos del ciclón, la cifra de víctimas se incrementará «dramáticamente», casi con toda probabilidad hasta superar los actuales vaticinios.

Incomunicados

De momento, la escasa ayuda humanitaria disponible se reparte en Yangón (Rangún), la principal ciudad del país, y sus alrededores, al tiempo que un convoy había partido hacia Labutta, una de las localidades más castigadas por el ciclón y donde habrían perecido al menos un millar de personas. Más dramático aún era el balance provisional de bajas en Bogalay, otra ciudad cercana enclavada también en el delta del río Irrawaddy y donde podrían haber fallecido 10.000 de sus habitantes. Debido al precario estado de las carreteras, muchas de las cuales están anegadas o intransitables tras haber sido arrasadas, la mayoría de las zonas costeras continúan sin recibir ayuda, al margen de los pocos víveres lanzados desde algunos helicópteros militares.

En Rangún, mientras tanto, sus 6,5 millones de habitantes se afanan por retirar los restos de árboles derribados y postes caídos, intentando recuperar una normalidad que sigue rota por la falta de agua y electricidad en gran parte de la ciudad. Las imágenes que proceden de allí muestran a grupos de vecinos llenando sus bidones de agua de camiones cisterna.

En un país tan pobre como Birmania, el desabastecimiento ha provocado que se doblen los precios del arroz, el carbón y el agua embotellada.