DE ENHORABUENA. Galiardo lleva más de tres años 'rodando' la obra por toda España. / LA VOZ
JUAN LUIS GALIARDO ACTOR

«La vida es una gran mascarada: se miente más que en el teatro»

El intérprete gaditano trae al Falla, junto con Kiti Mánver, 'Humo', una tragicomedia sobre «el simulacro cotidiano» que va camino de las 200 funciones

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Juan Luis Galiardo coge el teléfono, en plena sobremesa, con cierta desgana, así que pide «cinco segundos para mover de sitio el café». Entre sorbo y sorbo, toma carrerilla, espabila y cuenta. El actor gaditano, «ya alopécico difuso», es un referente incuestionable de esa generación de cómicos que cultivó la bohemia en el tardofranquismo, se bebió la libertad a tragos largos y después se afanó en redimirse del cine alimenticio del postdestape con papeles de calado, muchas tablas y algunos guiones de Azcona. El intérprete, versátil y emocionante hasta el asombro, vuelve a su tierra con Humo, una obra que «trata sobre las apariencias y simulacros a los que nos condena la vida moderna». Será mañana, en el Falla, «un templo en el que hay que entrar de rodillas».

-Venda Humo.

-Bueno, llevamos casi 200 funciones por toda España, y sólo hemos recibido críticas elogiosas. Humo es una de esas obras que se vende sola. Un texto excepcional, perfectamente dirigido, e interpretado por un servidor y Kiti Mánver. Para representar dos centenares de veces una pieza, hace falta el beneplácito del público.

-La crítica la ha definido como «una obra inteligente». ¿A qué cree que se refiere?

-Bueno, trata un tema muy complejo, pero con mucho amor y mucho humor. El mundo está sufriendo una verdadera crisis de fe y de valores. Lo que realmente importa se diluye en futilidades. El ser humano no cree en nada, así que se convierte en una pieza muy propicia para los vendedores de humo. Esos desalmados utilizan el hecho de que el hombre ya no dialoga consigo mismo, y lo aprovechan para contarles sus cuentos y sus milongas. Están privando al ser humano de su identidad.

-Se supone que es una tragicomedia, pero por lo que cuenta, la parte cómica brilla por su ausencia...

-Humo toca el tema con la suficiente dulzura como para no agredir a los que se identifican con aquéllos que han perdido la fe. Todo lo contrario. Pretenden que se rían, un poco, de sí mismos. Es una crítica, pero humorística.

-La superficialidad y el engaño. Son dos temas reincidentes en los jóvenes dramaturgos españoles, como Juan Carlos Rubio.

-Sí, creo que se han dado cuenta de que toda la sociedad está situada en un plano de apariencia. El Carnaval gaditano es puro arte, pero el que tenemos que aguantar todos los días, con tanta gente fingiéndose de una determinada manera y siendo de otra, mirando sus propios intereses e ignorando por sistema las necesidades de los demás... La vida es una gran mascarada. Se miente mucho más que en el teatro. El ser humano está instalado en esa dinámica triste y patética de la falsedad.

-¿Usted se excluye?

-No del todo, por supuesto. Pero, al menos, al ser consciente de esa realidad, uno intenta modestamente corregirla. Pretendo, dentro de mis pequeñas posibilidades, que esos vendedores de humo no se salgan con la suya: políticos, medios, abogados, empresarios, parlanchines, iglesias, etc... Todos los que se aprovechan, en definitiva, de la indolencia del ciudadano.

-¿Usted no miente?

-Claro, pero a nivel usuario, podríamos decir. Mentiras piadosas, para eludir algún compromiso, etc... Hablamos de algo mucho peor: del autoengaño, de la mentira a la pareja, a la familia, a los que nos quieren, a los que nos odian. De la mentira individual, pero también de la colectiva: la que la sociedad se cuenta constantemente a sí misma. Todo esto lo tratamos con una enorme piedad, la que nos merecemos a nosotros mismos...

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