TRADICIÓN. La imprenta Narváez presume de años y de tener una máquina legendaria como la original Heidelberg.
CÁDIZ

De la rotativa alemana a las manzanas 'made in Spain'

General Luque cuenta con negocios que tienen medio siglo de vida, como la imprenta Narváez y la frutería Jimena

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Uno de los secretos mejor guardados de la calle General Luque es la rotativa que se encuentra en la Imprenta Narváez, ubicada en el número 6 de esta vía. Una máquina alemana, marca Original Heidelberg, que después de 40 años sigue funcionando como el primer día. «Mi padre tenía una imprenta en El Puerto y este negocio lo compró a principios de los ochenta. Estar en Cádiz suponía tener más clientela. Le mantuvo el nombre por tradición. En total, esta imprenta tiene alrededor de 50 años y cuenta con clientes de toda la provincia», explica Manuel Fernández, quien decidió seguir el oficio. «Empecé con 14 años a ayudar a mi padre. Mi mundo son las letras, prueba de ello es que estudie Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz», señala este creativo empresario que hace unos años, con gran visión comercial, abrió la papelería Arte en Cartón al otro lado de la calle. Un establecimiento en donde vende cajas de regalo, cuadernos y demás artículos de regalo confeccionados por él mismo. «Hacemos muchas cosas por encargo, la papelería nos ha ofrecido más posibilidades de negocio», aclara Manuel.

La frutería Jimena, ubicada en el número 3 de la calle, es otro de los comercios más antiguos. Allí comenzó a despachar detrás del mostrador Juana Pérez Lombardía, la actual propietaria, con sólo 14 años. «Pertenecemos a una familia de fruteros, tanto mis tíos como mis primos se ha dedicado a esto. La tienda la abrió mi madre hace unos 60 años. La famosa Frutería Gades que está en la avenida Ramón de Carranza, en Canalejas, y la Inglesita de la calle San José son de parientes», cuenta con orgullo al tiempo que despacha varios kilos de fruta y verdura para don Antonio, «un cliente de toda la vida» que en el pasado era atendido por su madre.

Pero la tradición frutera de la familia se perderá con Juana ya que su hija reside en Sevilla. «Cuando yo me jubile, echaremos el cierre al negocio. Es muy sacrificado, aquí se echan muchas horas y los jóvenes no están dispuestos a esta vida», dice con resignación.

Las manzanas y los plátanos son «las frutas más vendidas a lo largo de todo el año, las piezas clave. Todas las niñas que trabajan en Diputación y están a dieta vienen a comprar sus manzanas», refiere Juana.

Siguiendo la calle se encuentra otro de los negocios creativos de General Luque, Archi Regalo. Un establecimiento que comenzó siendo un Todo a Cien para dar paso a una tienda de artículos de regalo en donde destacan los accesorios y complementos femeninos para las bodas y bautizos, como las pamelas y bolsos. «Los sombreros de cristal los traigo de Sevilla y luego les pongo el adorno de las flores y la pluma», comenta Cristo Pérez, la propietaria mientras enseña algunos trabajos de comuniones confeccionados por ella. Y agrega con una sonrisa: «Todo esto sale bastante, yo vendo mucho».

Especial mención merece el conocido restaurante La Gorda te da de Comer, situado entre los números 1 y 3 de la calle.

La tienda de Alimentación Jesús también es otro de los establecimientos con solera. Allí, Jesús Jiménez manifiesta que cuando él llegó ya era un negocio dedicado a la alimentación que estaba especializado en el pan y la leche.

Una señal no respetada

La calle General Luque es una vía semipeatonal -el poco tráfico rodado es exclusiva de los residentes que entran a la vía para aparcar en el garaje, como señala un disco al inicio de la misma-; sin embargo, la señalización no es respetada y la entrada de camiones de carga y descarga es casi constante, como denuncian los comerciantes y vecinos. Tomás Gómez Rodríguez reside en el piso primero del número 6 y «en infinidad de ocasiones» los camiones han roto los bajos de sus balcones. El problema es tan grave que ha optado por poner unos carteles y una valla anclada a la fachada para que los vehículos pesados choquen con ella antes que con el balcón. «En varias ocasiones he mantenido discusiones acalarodas con los conductores. Mi miedo es que un día esté alguna persona en el balcón y éste se venga abajo», señala indignado.

Una opinión que es compartida por el propietario de la papelería Arte en Cartón, Manuel Fernández. «Hace años uno de los camiones se llevó la cornisa de piedra que teníamos a la entrada», dice enseñando el estropicio al tiempo que Ramón Torices, su compañero de trabajo, agrega: «Lo peor es cuando dejan el vehículo en medio de la entrada, nos dejan aislados del exterior. El miedo que tenemos es que un día salga un niño de un portal y el camión lo atropelle. Entonces pondrán remedio, pues por aquí nunca hay policía para hacer que se respeten las señales». Juana Pérez, la frutera, también asegura que en una ocasión uno de los vehículos colisionó con el cierre de su negocio cuando éste estaba cerrado y lo rompió. «Por aquí no deberían pasar camiones, pero tenemos que vivir con ello», afirma. En la calle la vida sigue.

jmvillasante@lavozdigital.es