Un momento del segundo encuentro del Observatorio del Patrimonio de LA VOZ
CÁDIZ

El endurecimiento de las medidas de protección no evita que se siga destruyendo el patrimonio

Historiadores y expertos alertan de que a pesar de la alta protección que ofrecen las leyes sigue eliminándose elementos históricos del casco antiguo Tanto instituciones públicas y como promotores privados propician estas obras

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El patrimonio gaditano no había gozado de tanta protección a lo largo de su historia como ahora. Nunca hubo tantas leyes -y tan estrictas- que preservaran nuestro pasado, en un intento sin precedentes de congelar esa postal en la que se ha convertido el casco antiguo. Y sin embargo, ésta es la época en la que más se está destruyendo. Ésa es la conclusión a la que llegan algunos historiadores y amantes del patrimonio, entre ellos, algunos de los que se reunieron en un nuevo encuentro del Observatorio del Patrimonio creado por LA VOZ: dos historiadores (Lorenzo Alonso de la Sierra y Alfredo Serrano), el arquitecto Carlos Delgado y el director de la Escuela de Arte de Cádiz, Luis Gonzalo González.

Algo falla

Una de estas voces que se alza contra esta contradicción es la del historiador Lorenzo Alonso de la Sierra. «Es trágico lo que está ocurriendo, porque hay algo que no funciona. Tenemos una ley pero no la aplicamos porque el criterio del historiador del arte se ha abandonado», subraya.

En la conversación surge el debate sobre si los historiadores del arte deberían tener una voz que hablara por todos -o por lo menos desde un cierto punto de vista- como pasa con los arquitectos, con su colegio, o con los promotores, con las asociaciones. Alonso de la Sierra se lamenta de que a veces se solicitan informes de historiadores para después ignorarlos, como se hizo en el concurso de la Oficina de Rehabilitación de la Junta para rehabilitar el Convento de Santa María.

El problema no es exclusivo de Cádiz, advierte Alonso de la Sierra, pero lo cierto es que afecta al casco antiguo, especialmente en los últimos años en los que se ha dado un impulso, por parte de las instituciones públicas y los promotores privados, a la rehabilitación del caserío.

Y no se trata sólo del patrimonio mueble e inmueble, sino también de los jardines históricos, apunta Alfredo Serrano, también historiador del arte.

Si se va a la raíz del problema, existe coincidencia de criterios sobre algunos asuntos. En primer lugar, que la información que poseen las autoridades es insuficiente, principalmente el Ayuntamiento que es el que tramita las licencias de obra, aunque el cumplimiento de la conservación del patrimonio esté en manos de la Junta de Andalucía. «Las fichas actuales del PGOU tienen tantas carencias porque se hicieron hace 10 o 12 años y hay que actualizarlas», sostiene el arquitecto Carlos Delgado. Es decir, «hay una mala información de lo que tenemos».

Criterios difusos

También existe un acuerdo en que los criterios no son fijos y varían dependiendo de quién esté en la Comisión de Patrimonio (controlada por la Junta y en la que participa el Ayuntamiento y un representante del colegio de Arquitectos). Pero existen también denuncias de profesionales de que lo exigido por el Ayuntamiento tampoco es la «Biblia». Eso, por no hablar de las contradicciones. «Hace un tiempo hice un proyecto de una finca y me dijeron que tenía que dejar la piedra ostionera a la vista y después me llegó una carta de Cultura que tenía que pintarlo, cuando la obra ya estaba terminada», comenta Delgado.

La clave, para el director de la Escuela de Arte, Luis Gonzalo González, es «unificar criterios y aprovechar los conocimientos de una serie de profesionales, de Ingeniería, de la propia Escuela de Arte y hasta de Filosofía y Letras que están trabajando en estos temas». Para Gonzalo González, otro de los problemas es que no se utilizan una serie de avances a los que se ha llegado en el campo de la rehabilitación. «Ahora se hace el revestimiento de los edificios basándose en unas técnicas nuevas, con pigmentos naturales», explica.

Pero Alonso de la Sierra pone el dedo en la llaga al hablar del debate de fondo: «Tenemos que tener claro qué modelo de patrimonio queremos tener, uno como lectura de lo que hemos sido, de lo que nos identifica, o uno mixto, como un lienzo en blanco para pintar obras nuevas». El historiador recuerda que «cuando se destruye algo -un arco, un patio, una casa- se pierde para siempre». Y sale entonces a colación el patio de Ruiz de Bustamante. Las obras de derribo de esta finca que tiene protección de grado 1 se pararon, pero era ya tarde. El patio desapareció y como mucho, ya sólo se podrá contemplar en alguna fotografía.

Parroquia de La Pastora

En otros casos, aún se está a tiempo, subrayan los historiadores, como por ejemplo en algunos de los elementos muebles e inmuebles del convento de Santa María, o en la parroquia de La Pastora, «que tiene unos retablos fabulosos pero está muy deteriorada y a nadie se le ha ocurrido arreglarla», subraya Alonso de la Sierra.

Y en otros más, a pesar de que la rehabilitación ha dado un resultado impactante, se ha eliminado lo que había antes, que tenía su valor. Un ejemplo de esto último sería la Casa del Plátano. Una reforma que los presentes alabaron desde el punto de vista de la arquitectura contemporánea (el trabajo del estudio de Giles y Morales ha merecido un premio), pero que algunos creen que no debió hacerse a costa de eliminar la tipología y características de la antigua finca.

Surgen otros asuntos en la conversación, como la contaminación visual de algunos letreros comerciales en las fachadas, apunta Serrano. Y también aspectos positivos. «Creo que en general, las intenciones del 99% de la gente, sean políticos o promotores son buenas, pero tal vez habría que pensar qué falla en el proceso», comenta Lorenzo.

¿Las soluciones? Se apuntan ideas y una última sugerencia de los historiadores: «En asuntos de patrimonio, todos tenemos que sentir la ciudad como algo nuestro, por encima del color político».

mcaballero@lavozdigital.es