APOTEÓSICO. El Fandi, de perla y oro en la Maestanza.
Cultura

El Fandi hace los deberes

El Cordobés, fácil con toros buenos. Rivera Ordóñez, desganado con lote propicio, pero excelente con la espada

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Todo tuvo aire de cosa vista más de una vez: el aplomo desenfadado de El Cordobés Díaz y su dominio de la situación; el desenfado aplomado de Rivera Ordóñez y su seguridad sin cuento; y, en papel estelar, El Fandi, con su rebuscado, profuso y ligero toreo, sobre todo, sus dos tercios de banderillas. Tan apoteósicos como de costumbre. Siete pares, siete, y el séptimo, en el sexto toro, atendiendo a una especie de improvisado plebiscito. Los dos tercios de banderillas acabaron con la gente puesta en pie, y el del sexto toro, con una puesta doble, en la segunda levantada, la generosidad de El Fandi.

Se colgó el no hay billetes. Lucía sol de primavera y era sábado de feria. Entre el público, acentos de otros pagos. Con su torero: El Fandi. Y hubo, al cabo y de partida, una corrida de Torrestrella bastante buena. De mucha bondad, muy variada, con más fondo de lo previsto y de general buen juego. Muy dócil el primero de El Cordobés Díaz. Nobilísimo toro que abrió la boca y pidió la hora en banderillas cuando ya no pudo apenas y que murió pidiendo casi perdón. Le dieron en el caballo más de la cuenta y estuvo desinflado a los diez viajes. Un par de muletazos cambiados por alto fueron prenda de una faena sencilla y facilota. Igual que el toro, colorado, alto de agujas, fino de cañas, imberbe.

Bien armado

Ensabanado y mosqueadito, calzado en cárdeno, hondo y bien cortado, el segundo fue muy lindo. Un toro de los que en Torrestrella parecen como pintados a mano. Tuvo pocas fuerzas, echó por sistema las manos por delante. Llegó a sentarse en plena faena y tuvo de coda un general desencanto. Entre los desencantados, el propio Rivera, que, templado a pies juntos en el recibo de capa, anduvo luego al toro pasa sin más. Palmas de tango para toro y torero. Un desarme antes de cuadrar y cuando el toro se empezaba a defender. Una buena estocada.

El Fandi sacudió el ambiente con una larga cambiada de rodillas en el saludo del tercero, que galopó, escarbó y se escobilló un pitón. De todo un poco y en todos los términos, porque en uno de los dos puyazos que tomó fue toro de sí y, en el otro, toro de no. En banderillas, calentado por el reclamo a distancia y a solas por El Fandi, el toro volvió a galopar. A sus anchas El Fandi. Al público brindó un toro que berreó y escarbó más de lo previsto, se vino de largo y repitió pero sin terminar de humillar, protestó cuando tuvo al torero encima y machacando, y, en fin, sirvió no poco. Aunque tratara de rajarse en más de una baza. Una estocada.

Cuarto y quinto fueron los dos mejores de la corrida. Negro, muy en la línea tipo del Conde de la Corte, el cuarto, algo frío de salida, fue toro de ritmo, temple y bondad. Noble, con fijeza, suaves embestidas. Casi siempre por y para fuera El Cordobés en una faena de las de sol. Sin excesivas exigencias ni apuros. Buen trato tuvo el toro. Castaño lombardo, el quinto, de buenos pies, fue toro vivo y algo desordenado, de rebotarse mucho, con tendencia a irse suelto a abrirse incluso más de la cuenta, pero sacó la chispa justa de temperamento que hace a los toros ir a más. Muy desganado en este turno Rivera, al aire del toro por sistema y sin apostar por él. La estocada fue excelente.

Negro girón

El sexto, negro girón, muy abundante, cobró un volatín completo de salida al enterrar los pitones. Dos puyazos. Cuatro pares de banderillas. De solemne celebración. Al compás de Churumbelerías, de Emilio Cebrián, rutilante pasodoble. Un cuarteo con el toro apretando a chiqueros fue el par de la jornada. El detalle, la gentileza de El Fandi de tomar del piso un clavel que acababan de arrojarle, besarlo y metérselo en el chaleco a la altura del corazón. Retumbó la plaza al cerrarse tercio. Y punto. En la muleta se apagó el toro y se apagó El Fandi, que dio la sensación de haber hecho para entonces todos los deberes.