RUBI. María Teresa Campilongo vivió en primera persona la movida.
Cultura

El eterno retorno de la (re)movida

Los nombres de los 80, aquellos se hicieron mitos y que nunca se olvidaron regresan con más fuerza que nunca

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Muchos nunca se fueron, y muchos de los que se marcharon están de vuelta. La movida se convierte en removida, y el pop-rock nacional parece un gigantesco Guadiana en el que las viejas bandas aparecen, desaparecen y reaparecen, una semana sí y la otra también. No estarán todos los que son, pero seguro que son todos los que están.

Como Ariel Rot que además de tirar del carro de su carrera en solitario acaba de anunciar un regreso esperado entre los esperados, el de Tequila, un cuarto de siglo después de su separación. El divertidísimo grupo, que probablemente abrió las puertas de par en par para que entraran los aires nuevos comenzará una gira en Bilbael 6 de julio, y ya se prepara un recopilatorio.

Y qué decir de Antonio Vega y Nacho García Vega, dos primos que el año pasado volvieron a hermanarse y retomaron un nombre, Nacha, y un apellido, Pop, de los más ilustres de nuestro vademécum pop-rockero. Antonio y Nacho salieron de gira con gran éxito por España, acaban de editar un álbum que es el reflejo de esos conciertos, y en unos meses habrá nuevo álbum bajo esa magnífica denominación de origen, Nacha Pop. También han vuelto (realmente nunca se fueron) los descarados y divertidos vigueses de Siniestro Total, reunidos de nuevo con un disco en la alforja, «Que parezca un accidente», un título que sólo se le podía ocurrir a Julián Hernández y sus chavalotes. Además de disco, la muchachada gallega vuelve a la carretera. Como lo ha hecho Loquillo que ha reabierto el «Balmoral», un bar del Madrid fetén cerrado hace dos años. Con ese título, el Loco vuelve al primer plano de la palestra musiquera. Y hechas por fin las paces (aunque hubo algo de mito) entre el larguirucho cantante y Sabino Méndez, que ha colaborado en el nuevo disco mientras continúa su carrera literaria y política, como uno de los inspiradores de Ciudadanos de Cataluña.

Por ahí sigue dando guerra Rosendo, y Sole Giménez, y Los Ronaldos, y los Auserón, y José María Granados, de Mamá, y La Frontera... Pero el caso más reciente es el de uno de los rostros que iluminaron aquellos años ochenta, el de la argentina Rubi, que después de veinte años sin grabar, y con cincuenta y tres (bien llevados sería decir poco) acaba de editar «De la mano de Françoise Hardy», homenaje a la gran diva francesa. Ya saben que Rubi tuvo un novio que tocaba en un conjunto beat. Pero ésa, aunque hermosa, es una vieja historia. Desde entonces, 1981, ha pasado media vida, y casi ninguno de los de entonces somos los mismos. «En los últimos años -explica Marité (María Teresa Campilongo, lo de Rubi fue cosa del compadre Rafael Ordovás), he recopilado canciones, he intentado grabar y no he podido, me he dedicado a mi profesión de psicóloga, y he pasado de la música, porque me había aburrido su funcionamiento». No, a Rubi, lo que se llama «el negocio» no la entusiasma, precisamente. «Ese tinglado no va conmigo, no tenía ni tengo ganas de estar luchando a todas horas para defender mis intereses». Quizá por eso ha tomado por la calle de enmedio de la Hardy. «Siempre me gustó la canción francesa, en especial Françoise, pero nunca se me había ocurrido hacer estas versiones». Grabación artesanal, de andar por casa, aunque el resultado no es, desde luego, una bata de guatiné, sino un camisón de blanco satén. «Elegí las canciones y cambiamos los arreglos, con toques de jazz y blues. Pero no hay mucha más pretensión que la de darme un auténtico gustazo, pero sin estrés». Puesto que estamos ante una psicóloga la pregunta es inevitable ¿La música es una buena terapia? «Para mucha gente lo es, y sobre todo lo es subirte a un escenario y entregar todo lo que tienes».

También estamos ante una privilegiada testigo de aquella época frenética, incluso frenopática para algunos, no para Rubi. «Los 80 fueron muy intensos culturalmente y también en vivencias y diversión. En cuanto a mí, no es porque vaya de santa, sali y me divertí igual que todos, pero siempre fui constructiva y positiva y no me dejé llevar por los malos rollos».

Lo dicho, que ya estamos todos. O casi.