opinión

Vuelta de Hoja | Voces de alerta

Hasta hace muy poco tiempo la preocupación de los españoles era hacerse con un piso, pero ahora es deshacerse de él. Los lacónicos letreros de Se alquila proliferan en los edificios, aunque menos que los que dicen Se vende. La anunciada crisis ha llegado antes que la crisis propiamente dicha. El eco se ha anticipado a la voz.

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Quizá en esto influye el hecho de que el Banco de España se dispone a rebajar al menos medio punto la previsión del esforzado ministro Solbes, que calcula que el crecimiento del PIB será, como mucho, del 2,5%, bastante menos de las predicciones. Estas conjeturas bursátiles siempre dependen de que se hagan antes o después de las elecciones.

Siempre que se disparan las crisis en el sector inmobiliario y en la banca hay más heridos y muertos que municiones empleadas. El miedo a pasarlo peor en el futuro es superior al temor de pasarlo peor en el presente. Se conoce que a la actualidad estamos acostumbrados. ¿Significa esto que el español medio tiende al pesimismo, en contra de la opinión del propagado psiquiatra Luis Rojas Marcos, que asegura que somos «un país de optimistas»?

Decía Pitigrilli, que según Ramón Gómez de la Serna firmaba con ese pseudónimo para poder poner los puntos sobre las íes, que la psiquiatría es el único negocio donde el cliente nunca tiene razón.

A mí, el afamado señor Rojas Marcos, que se pasa mucho tiempo hablando de la felicidad, me parece Pero Grullo después de darse una vuelta por Nueva York. Después de leer lo que han escrito sobre la felicidad Bertrand Russell o Julián Marías, sus recetas me parecen párvulas, pero benditas sean si le ayudan a vivir a alguien. Desde Atapuerca aquí, el arte de vivir ha sido la técnica de consolarse. Y también entonces faltaban cuevas.