Opinion

Chenney en Kabul

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os miembros de la OTAN ya saben lo que les aguarda en la próxima cumbre de la organización en Bucarest el dos de abril: una renovada presión norteamericana para que envíen más tropas y más equipo a Afganistán. Así se lo dijo ayer el vicepresidente norteamericano, Richard Cheney al presidente afgano, Hamid Karzai en Kabul, donde el primero llegó por sorpresa en el marco de su gira por Oriente Medio, que ya incluyó otra escala no programada en Bagdad en un avión militar que abordó en Europa tras dejar su avión oficial por obvias razones de seguridad. El vicepresidente ya sabe lo que son las incomodidades de estos viajes donde no todo el mundo espera con los brazos abiertos. En su última visita y mientras él estaba en la gran base de Bagram guerrilleros talibán intentaron matarle y llevaron a cabo un atentado muy sangriento pero relativamente lejos de la persona del número dos norteamericano. La visita coincide con lo que parece casi un ultimátum norteamericano a sus socios de la Alianza, muy reticentes en algunos casos y colaboradores de perfil bajo en otros, para que se unan al esfuerzo americano-británico en el país, donde se espera la clásica ofensiva de primavera de los talibán. No alterará la situación sobre el terreno pero seguirá erosionando la voluntad política de las retaguardias occidentales para sufragar una guerra lejana, nunca ganada y mal explicada. Otros Estados, sobre todo Canadá y Holanda, hacen grandes contribuciones y han sufrido bastantes bajas, pero los canadienses han hecho saber que dejarán la misión si antes de un año no reciben en su zona de combate al menos un millar de otros soldados. Este doble, o triple, rasero de medir el esfuerzo de la Coalición es un problema político de primer orden y está creando tensiones considerables. Washington hace allí un doble esfuerzo, con tropas OTAN y otras bajo mando propio («Operación Libertad Duradera») y está enviando -de hecho la mayoría ya ha llegado- hasta 3.600 marines más, tropas de elite que irán en su totalidad al peligroso sur (Helmand en particular). Eso es predicar con el ejemplo y la decisión de ponerlas bajo mando OTAN (Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad) es una obvia señal diplomática mirando a Bucarest.