VUELTA DE HOJA

Cuestión de grado

El llamado asesino del rol, ¿recuerdan aquel tipo que mató para entretenerse a un empleado de la limpieza en Madrid, en un apasionante juego ideado por él mismo? Seguro que algunos lo recuerdan. El que ha dejado de tener memoria del hecho es el asesinado. Pues bien, el caprichoso criminal, en contra del criterio de Prisiones, ha obtenido el tercer grado, por lo que disfrutará de libertad los fines de semana, que tampoco se pueden considerar fechas inadecuadas para cometer nuevos asesinatos.

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Tanto la justicia como la compasión son de estirpe divina, pero la última, quizá por ser menos frecuente, es más simpática. Nos permite creer que la piedad no ha desaparecido definitivamente en el diario combate de la vida.

¿Cómo reprobar el dictamen de la Sección Quinta de la Audiencia de Madrid? El quinto mandamiento -creo recordar que era el quinto- prohíbe enérgicamente quitarle la vida a alguien. Además no tiene notas a pie de página, ni admite excepciones. No disculpa el asesinato por conveniencia política, ni por venganza personal. Tampoco por gusto. Es tan poco elástico el Decálogo que no permite cargarse a alguien porque nos caiga antipático, como si eso no fuera una causa suficiente.

El asesino del rol ha resultado ser un magnífico estudiante. En los catorce años que lleva en prisión ha acabado tres carreras, o similares, y su comportamiento es intachable. Tuvo un mal momento, eso es todo.

El chico debe de tener algún cable pelado, pero los electricistas de la Audiencia confían en que la reparación sea efectiva. ¿Qué pasará si en una tediosa tarde desea distraerse matando a otro desconocido? Aburrirse es pecado mortal, aunque no figure en la lista. Hay que pedirle a los dioses, que además de autistas son sordos, no estar allí, en el momento adecuado.