HONDURA. El cante también pudo disfrutarse en su acepción más pura y limpia. / T. SÁNCHEZ
El tándem

Jerez a palo seco

Ayer domingo me regalé un día sin festival, como la mayor parte de los jerezanos, y dediqué la mayor parte de la jornada a la ardua tarea de pasear por pasear. De andar sin rumbo fijo en la siempre productiva compañía de las musarañas.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El paseo a secas es un arte que requiere cierta disposición de ánimo poco propensa a la charla y el saludeo. Uno camina como quien va rumiando ominosos pensamientos o lleva una pesada carga, cuando en realidad lo que tiene en la cabeza son las tonterías habituales que le son propias.

Ironías de las circunstancias, hablando de pesadas cargas, lo primero que me encuentro al salir de casa en la Porvera, pasada la esquina de la Victoria, es un ensayo de costaleros. No será el primero ni el último que me tropiece en esta primera tarde esplendida de marzo.

Como quien vislumbra una silenciosa fantasmagoría, en Tornería esquina Eguilaz, y más avanzada la tarde en San Miguel vuelvo a encontrar a fajados costaleros y sentenciosos capataces.

Es una tarde interesante para preguntarse si en la balanza de las valoraciones del Festival encontrarán nuestros visitantes un lugar en su recuerdo para este pueblo al margen de los ecos y soniquetes del baile y el cante. Si guardaran memoria de sus callejuelas con perfiles de espadaña, alamedas luminosas, placitas con mediodías de gloria en las terrazas y bodegas umbrías con albero y empedrado.

Yo prefiero suponer que si a mí aún me sigue sorprendiendo en ciertas tardes, como la de ayer, la belleza de este pueblo medio inglés, medio serrano; de campiña, marisma y albariza, algo se llevarán de él personas ajenas, más predispuestas al asombro.

Anocheciendo subo desde la Catedral hasta mi antiguo barrio, al tabanco del Chano, a la calle San Pablo, a disfrutar después de la caminata de la compañía y las conversaciones disparatadas de su dueño. Se me ha hecho corto este día tontorrón. Está claro que la carga pesada no la llevaba yo.