ENCARGO. Pablo posa en el taller de su empresa con unas máquinas que viajarán hasta Lepe, Huelva.
EMPRENDER EN CÁDIZ PABLO RODRÍGUEZ SÚNICO / 'SOL-E'

Al calor de la energía verde

Este joven gaditano dejó su trabajo en una multinacional para montar su propia empresa de instalación y mantenimiento de placas solares

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La historia es bastante habitual: un joven gaditano se va de la ciudad y de la provincia para estudiar la carrera universitaria y a su término, pese a ser de aquí y querer vivir aquí, se marcha a Madrid porque es donde encuentra un buen trabajo. Por lo general, la vida sigue y el joven se queda en la capital por razones familiares o profesionales. Pero ésta es sólo la historia habitual; la de Pablo Rodríguez-Súnico esquivó el patrón y pese a estar empleado en una multinacional como IBM, este gaditano de 31 años que estudió Física en Sevilla regresó a casa, recuperó una obsesión que le perseguía desde la carrera (cuando se topó con el incipiente mundo de la energía verde) y montó su propia empresa de instalación, mantenimiento y desarrollo de energía solar.

Se llama Sol-E y sirve placas y maquinaria fotovoltaícas a empresas y particulares en Sevilla, Huelva y, claro, Cádiz. La empresa empezó a funcionar a principios de 2006, «después de unos meses muy duros en los que me enfrenté a multitud de trámites y papeleo», recuerda Pablo. Dos años después, la compañía cuenta con dos empleados en la oficina (el propio Pablo, que hace de gerente, y su secretaria) otros dos instaladores y dos autónomos más que colaboran de forma fija. Eso es el mínimo, ya que lo normal es que haya más colaboradores «y este mismo año seguramente la plantilla se ampliará», asegura su creador.

¿Cómo se pasa de un sueldo fijo en una multinacional al riesgo de una empresa propia? «Se pasa, llega el momento en que uno quiere independizarse y pasa esto», explica Pablo, quien agradece todo el apoyo que le prestó en materia de asesoramiento la Confederación de Empresarios de Cádiz y su servicio de información a los nuevos emprendedores. Después vino la estación de penitencia en busca de permisos y de ayudas. No obstante, Sol-E se erigió sin confiar demasiado en las subvenciones públicas, por lo que Pablo Rodríguez Súnico aconseja a otros jóvenes que como él estén estudiando en dar el paso, «que no piensen demasiado en las ayudas; si llegan, mucho mejor, pero que no dependan de ellas para empezar a funcionar».

Porque Pablo no estudió Económicas o Empresariales, pero se sabe de memoria el manual del joven emprendedor (aunque suene a tebeo de Disney): en el primer año las pérdidas lo arrasan todo; en el segundo, también, aunque algo menos. «Sólo en el tercero empiezas a ver la luz y eso es lo que estamos viendo ahora», concluye el empresario gaditano.

Y eso que hay crisis. «La actividad se ha parado, eso es indudable», apunta, por un lado, para luego admitir que la entrada en vigor del Código Técnico de Edificación (CTE) ha salvado en parte la situación porque la ley obliga a toda promoción de viviendas que se inicie a que cuente con equipos de energía renovable. Lo malo de esta obligación es que las promotoras venderán antes todo lo que tienen en cartera antes de empezar a construir y, por lo tanto, a hacer casas más costosas (el CTE impone otra serie de medidas mínimas de calidad en los inmuebles de nueva planta).

Lo peor, en fin, está entre los particulares, «puesto que la gente de la calle sí que está a la expectativa de cómo evoluciona la economía». A día de hoy, y por muy de moda que esté el cambio climático, «la instalación de equipos de energía renovable se sigue viendo como un lujo... Y no nos engañemos: si uno se tiene que comprar un objeto de lujo prefiere una televisión de plasma».

amedina@lavozdigital.es