AÑEJO. La plaza Vargas se encuentra ubicada en pleno casco histórico jerezano y es un sitio de paso de toda la vida.
Jerez

Vargas, un lugar donde los recuerdos perduran

La plaza Vargas fue uno de los lugares donde se asentaron los primeros conquistadores de la ciudad allá por 1266

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Hace años que ya no huele a pan en la plaza Vargas. Cuando por las mañanas soplaba tenue el viento, llegaba hasta allí el olor a levadura procedente de la panadería de Diego Torreira, que estaba en la plaza Monti. Era por la noche cuando los panaderos hacían, posiblemente, el pan más rico de Jerez. Las barras de pan llegaban hasta Marcano, que era uno de los ultramarinos más frecuentados por los jerezanos. Digamos que era como ir ahora a Carrefour, pero todo mucho más de Jerez. Todavía se recuerdan sus sardinas en arenque haciendo un corro en la puerta, las cientos de latas de productos de ultramar, sus sacos de garbanzos, de lentejas y de habichuelas del Barco de Ávila. No dejó de mirar a la vieja y plana Castilla, la esquina que une Latorre con Vargas. Marcano cerró sus puertas para siempre, y en el año 1988 llegaron dos leoneses hosteleros con ganas de montar un mesón. Eran José Luis Prieto -que fue jefe de cocina del Hotel Jerez durante doce años- y Tomás Baca. Tenía que llamarse el local Reino de León, y desde hace casi veinte años, ha ido evolucionando de una gastronomía más tradicional -de la cual todavía se puede disfrutar- a un exquisito lugar para degustar las tapas más vanguardistas. Oscar Prieto comenta que «mi hermano Jose es quien lleva ahora la cocina. Es un cocinero con ideas nuevas». Fruto de los resultados del Reino de León, son reconocimientos como el reciente premio Tapa Jerez, logrado en la edición de 2007. «Nuestra trayectoria está basada en la calidad en lo que ofrecemos junto con un servicio óptimo, así como precios bastante asequibles», comenta Oscar tras el mostrador recio de madera que hace un ángulo.

Al otro lado de la calle Conde de los Andes, está otra de las esquinas mágicas de la plaza. Se trata del conocido Dos Deditos, posiblemente la primera cervecería que se monta en Jerez.

Dos Deditos

Dos Deditos todavía huele a serrín, a caldo peleón, a jaleo al mediodía y a mostrador embadurnado de tiza. Allí todos recuerdan el tabanco de Manolo Carrera, el auténtico precursor del nombre Dos Deditos. Dicen que Carrera colocaba una hilera de catavinos y con dos pasadas que hiciera sobre las bocas de los mismos, siempre quedaban dos deditos de vino. No fallaba. De ahí su nombre. Después vino Francisco Javier Sánchez Mellado -conocido por todo Jerez como el Mellado-, en el año 87, que fue cuando se montó la cervecería. Marco Stamenkovic es un serbio que lleva año y medio al cargo del establecimiento. «No me pidas que te cuente la historia de cómo llegué hasta aquí porque es muy larga», comenta tajante. Sin duda, mejor hablar de la plaza Vargas que ya habrá tiempo de rescatar su vida. Marco es un tipo amplio en todos los aspectos: corpulento y buen conversador. Inmediatamente, comienza a narrar, con desparpajo, la historia del local y de la plaza. «Los clientes me hablan mucho de lo que esto fue hace años, de que prácticamente era el lugar de copas más frecuentado por una generación de jerezanos». Los tiempos, qué duda cabe, han cambiado. Ahora Marco tiene más movimiento los fines de semana. Clientes de aquella generación que todavía vienen al bar cuando pueden. «Aquí ha habido gente que se conocieron y que ya llevan doce años casados. Y esto imprime carácter. No todos los lugares de copas pueden decir los mismo», comenta Marco sacando pecho.

Mientras Marco prosigue con la historia de Dos Deditos, suena la música de siempre, la del rock de los 80 que no ha dejado de ponerse en este local emblemático. Las estanterías están pobladas de cervezas francesas, inglesas, alemanas, checas, mejicanas, hasta llegar a las más conocidas de España.

El Duplicado

Justo al lado está el Duplicado. Otro bar de copas que desde hace siete años es lugar habitual de copas de los que están entre los treinta y los cuarenta años. La decoración se quedó un poco entre lo rústico y lo gótico. «Hay muchos objetos que se trajeron de iglesias viejas que se han perdido en Jerez», comenta Toñi Becerra, que hace el turno de la tarde en el bar. Música selecta en el Duplicado, siempre cuidando esta faceta del local, y una pequeña sala, arriba, donde se hacen exposiciones de artistas noveles. La plaza queda un poco escorada desde la posición del Duplicado, con ventanas al exterior que le dan un toque peculiar y bello. «Somos el Duplicado porque en la plaza hay dos número dos y nosotros somos el duplicado», explica Toñi. Ha entrado una pareja que se toma una copa. Grandes espejos que fueron puertas en un convento, otro que fue sacado de una iglesia lejana llamada de San Pedro y otro espejo misterioso y callado que no cuenta cómo se puede sufrir el derribo de una habitación y no acabar roto. Un lugar el Duplicado donde quizá no quisieran habitar los vampiros.

En la historia de la plaza Vargas consta que después de la reconquista se concedió la casa número 323 a los Garci-Pérez Vargas. Todavía existe la fachada antigua del número 2, donde actualmente existe una zona de viviendas rehabilitadas, el escudo de la familia Vargas. En 1891, se encontraron en unas habitaciones ciertos azulejos de estilo mudéjar de verdadero mérito.

Los Vargas Machuca

También hay constancia de que en el lugar habitó, en el siglo XVI el canónigo Vargas que, según cuenta la historia de la ciudad, escribió un libro titulado De Recto Uso Divitiarium -De la Buena Distribución de las Riquezas-. Al parecer, el canónigo perteneció a la familia Vargas Machuca.

Pero en la Plaza Vargas ya no huele a pan de Torreira, ni tampoco a berza ni al menudo que ponían en la fonda de La Habichuela, donde por tan sólo un par de duros se comía como en casa. Ya no huele a comidas ni a fonda, ni tampoco al Varón Dandy que procedía de la barbería que Manolo tenía en la esquina con Letrados. Ahora, en ese lugar el Quino regenta un pequeño bar de copas que se abre ciertas noches y que tiene también por nombre La Barbería.

La plaza Vargas forma parte de la historia más remota de Jerez, fue el lugar donde cientos de generaciones vieron la luz y la noche casi por primera vez. Variada, antigua, muy de paso de los van y vienen del ambulatorio del Arroyo y un poco nictálope al mismo tiempo, castiza, recordada, coqueta y sobre todo, muy jerezana. Un sitio con tanto carácter que cuando los recuerdos son los primeros de la vida quedan marcados para siempre.