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Un sindicalista forjado en Acción Católica

Franco Marini ha sido toda su vida un hombre discreto y comedido. Pero la convulsa e histérica política italiana le hizo perder los papeles la semana pasada. «Esto es una taberna», gritó desaforado el presidente del Senado para reprobar a los legisladores del centroderecha que festejaban la caída de Romano Prodi descorchando champán y engullendo mortadela.

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Pero sólo fue un momento de rabia. Luego volvió a su carácter pausado forjado en un sindicalismo más retórico que combativo y en su pertenencia a Acción Católica. Apreciado por todas las facciones, encabezadas por el centroderecha de Berlusconi -«es una persona muy capaz»-, y la patronal -«tiene el sentido del bien común y del trabajo en equipo»-, Marini comenzó su actividad política a mediados de los cincuenta.

Nacido en San Pio delle Camere, en la provincia de L'Aquila, en la región de Abruzzo, en el centro de Italia, el 9 de abril de 1933, el actual líder del Senado se enroló en las filas de la Democracia Cristiana y desde entonces ha estado siempre adscrito a los movimientos más sociales del catolicismo.

Marini llegó en 1992 al Parlamento cuando obtuvo un escaño en la DC que revalidó en 1996 dentro del Olivo, la primera aventura de centroizquierda de Prodi. En 1999 fue elegido eurodiputado y entró a formar parte de la Margarita, grupo centrista, que se integró en la Unión, con la que de nuevo Prodi llegó al poder en 2006. Fue ese año cuando consiguió la presidencia de la Cámara alta en una dura pugna con el incombustible Giulio Andreotti.