PAN Y CIRCO

La Segunda

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unque, antes del partido, muchos aficionados temían que la sensible ausencia de Lucas Lobos haría más difícil ganar al Tarragona y, aunque después, algunos han pensado que, con la electricidad que imprimía el diez argentino, el triunfo hubiera sido más contundente, en nuestra opinión, la alineación, el juego y el resultado de este encuentro ponen de manifiesto que la Segunda División impone unas exigencias -tanto en la calidad técnica como en las fórmulas estratégicas- que son diferentes a las que se requieren en la División de Honor. Ya sé que a todos nos divierte más el juego preciosista de esos jugadores argentinos o brasileños que hilvanan unas jugadas inverosímiles, gracias a la flexibilidad de la gambeta y mediante el pase preciso al vacío. Ya sé que nos encantan esos habilidosos que saben ganar las espaldas de las defensas y que emplean magistralmente el dribling para encarar al portero. Hemos de aceptar, sin embargo, que el juego en esta división, no descansa en las individualidades, ni en los dibujos de un fútbol de fantasía. Aquí, más que las acciones geniales, han de aplicar un conjunto de tácticas y de estrategias diferentes cuando actúen en el campo propio y cuando jueguen como visitantes. En cualquier caso, el fútbol de esta división ha de ser sólido en la retaguardia y venenoso en el contragolpe. Un equipo con aspiraciones ha de ser serio, ordenado y disciplinado; ha de saber leer el partido y de contener perfectamente el juego de los adversarios; ha de saber sufrir, robar pelotas, compensar la brillantez con una profunda fe en la victoria y, sobre todo, ha de lograr una presión solidaria y extenuante que obtenga la recompensa de no pasar apuros en defensa y de desquiciar al rival en la construcción del juego. Este triunfo nos trae esa brisa de optimismo que estábamos esperando y nos permite que, a pesar de las excesivas complicaciones con las que empezó la temporada, terminemos el año con una sonrisa.