opinión

La conquista del centro y la movilización de la izquierda, por Antonio Papell

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l domingo 11 de noviembre de 2007, El País publicó un extenso articulo de un tal César Molinas, «El poder decisorio de la 'izquierda volátil'», que desconcertó a los aparatos de los partidos, erizó el vello de los sociólogos políticos e interesó a la opinión pública. Dicho ciudadano, que firmaba como 'socio fundador' de la consultora Multa Paucis, sostenía la tesis de que las elecciones no se dirimen en el centro, como se pensaba generalizadamente, sino en la izquierda. De hecho, los votos decisivos son los de la izquierda volátil, el conjunto heterogéneo de electores que rechaza al PP y siente desdén por el PSOE de forma que su decisión electoral oscila entre el voto al PSOE, a IU y la abstención. En definitiva, dada la escasa elasticidad del cuerpo electoral, el resultado de las elecciones generales está determinado por la participación y por la distribución de los votos de izquierda entre PSOE e IU. Lo más sorprendente de este trabajo es su simplicidad, su lógica aplastante que proviene de las grandes cifras, conocidas por todos. Los fundamentos del análisis se resumen en estos párrafos: «Desde 1982, ha habido siete elecciones generales. En seis de ellas la izquierda obtuvo entre un mínimo de 2,3 y un máximo de 3,5 millones de votos más que la derecha. Sólo en las elecciones de 2000, que tuvieron la tasa de participación más baja de la actual etapa democrática (69%), la derecha superó en votos a la izquierda: la diferencia fue de 1 millón de votos. En 2000, la izquierda perdió 2,7 millones de votos respecto a 1996, de los cuales 2 millones fueron a incrementar la abstención. Esos 2,7 millones de votos los volvió a ganar en 2004. La derecha ganó 0,6 millones de votos, alcanzando su máximo histórico de 10,3 millones, pero los volvió a perder en 2004. Me parece razonable utilizar estas cifras para cuantificar los colectivos que antes he denominado votantes centristas e izquierda volátil. Los primeros pueden estimarse en 0,6 millones, que son los votos que ganó la derecha en 2000 tras una etapa de gobierno en minoría del PP en la que hizo gala de moderación y de buena administración. Esta cifra coincide con los votos perdidos en 2004 tras una etapa de mayoría absoluta en la que la arrogancia sustituyó a la moderación y en la que se tomaron decisiones, como la guerra de Irak, alejadas del sentir de muchos ciudadanos. Cabe señalar que esos 0,6 millones de votos no decidieron las elecciones de 2000: el PP hubiese seguido gobernando aunque no los hubiese obtenido. Lo decisivo fue el desplome de la izquierda por la huida del voto volátil. Esta izquierda volátil puede estimarse en unos 2 millones de electores: los que votaron a la izquierda en 1996, se abstuvieron en 2000 y volvieron a votarla en 2004». Molinas llega además a ciertas conclusiones interesantes: sería improbable que el PSOE ganase en marzo las elecciones si IU se mantuviese en el 4% y la participación cayera por debajo del 71% (en 2004 fue el 76%). Y si el voto de IU subiese al 6%, el PSOE necesitaría una participación del 74% o superior para ganar. De cualquier modo, lo que interesa destacar es que, en la gran disputa que se avecina, lo relevante no es tanto hacia dónde se decanten los 600.000 centristas indecisos, sino si se movilizarán o no los dos millones de electores que forman la izquierda volátil. No es extraño que el PP tenga ya entre sus pautas de campaña la de no irritar excesivamente al electorado socialista, con el fin de no provocar involuntariamente su movilización. El PSOE, por su parte, tendrá que buscar el medio de asegurarse una alta participación, sin la cual todos sus esfuerzos ideológicos resultarían inútiles.