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Eduardo Benot

Este año, en el que se cumple un siglo del fallecimiento en Madrid de nuestro paisano Eduardo Benot, el VIII Seminario Emilio Castelar, patrocinado por el Ayuntamiento de Cádiz, estudiará algunas de las obras de este intelectual gaditano. Según Don Manuel Azaña, una de las consecuencias de la discontinuidad cultural de este país, de ese secular tejer y destejer el entramado de las obras que nos definen y que nos hacen crecer como seres humanos, es la facilidad con la que olvidamos a unos personajes que, en su momento, gozaron de una relevancia admitida hasta por sus adversarios.

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El hispanista Ian Gibson, en un artículo que publicó el uno de marzo de 2005, reproduce la meditación que le produjo la visión en el escaparate de la librería del editor Padilla, de una edición facsímil de la Prosodia castellana y versificación (1892) de Eduardo Benot, publicada (con prólogo del profesor Esteban Torre) en 2003. Se pregunta que ¿Quién -aparte de los especialistas- recuerda hoy a Eduardo Benot?

Y responde que es lamentable este olvido porque aquel hombre de pro, nacido en Cádiz en 1822, fue uno de los españoles más cultos, más polifacéticos y más enérgicos de su época. Recordemos que Eduardo Benot fue dramaturgo, matemático, filólogo, autor de Arquitectura de las lenguas y de cuatro exitosas gramáticas (francés, alemán, inglés, italiano) que ponían el énfasis sobre el idioma hablado, diputado a Cortes, senador y ministro de Fomento del segundo gobierno de la República de 1873, fundador del Instituto Geográfico y Estadístico, miembro de la Real Academia, y periodista, dramaturgo y poeta. No olvidemos que fue, también, profesor y gerente del Colegio San Felipe Neri.

Benot apoyó generosamente a los jóvenes escritores que empezaban su labor en vísperas del nuevo siglo, entre ellos a los hermanos Machado, y colaboró él mismo en aquellas revistas tan importantes que empezaron a pulular a partir de 1898 como, por ejemplo, Vida Nueva -de título tan simbólico-, Electra y Alma Española, en las que manifestaba su incomodidad con el presente, y se lanzaba a la aventura de romper con las ideas establecidas y con los moldes rígidos

En aquellos momentos en los que España era derrotada por los Estados Unidos, él emplea las palabras «renovación», «regeneración» y hasta «rehabilitación», y, en vez de ver en la pérdida de las últimas colonias el finis Hispaniae, percibió que podía ser, al contrario, el inicio de esa otra aventura: la vuelta a Europa. Es posible que una de las razones de ese olvido secular sean sus ideas y sus ideales políticas, y, sobre todo, su manera clara de proclamarlos. En noviembre de 1903 Benot publicó en Alma Española un artículo titulado, Gobiernos que no gobiernan, cuyas ideas, en mi opinión, nos proporcionan la clave de ese lamentable olvido durante.

Fue tajante su rechazo de la monarquía y, de manera más concreta, su indignación profunda por la concepción sagrada del poder y por la sumisión de la corte de Isabel II a los dictados, no ya de la jerarquía religiosa sino a los consejos de una monja: Sor Patrocinio. No hay duda de que las ideas de este gaditano ilustre mantienen en la actualidad toda su validez, sobre todo, su esperanza de que, tras el abandono que, durante tantos siglos, de la ciencia, España -«con los bríos de la invención y del progreso»- recupere la conciencia de la necesidad imperiosa de un sistema de enseñanza «que nutra los entendimientos con la savia del porvenir».