Olmert, Bush y Abbás pasean por el exterior de la academia naval de Anápolis. / REUTERS
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Israelíes y palestinos se imponen un plazo de un año para buscar la paz

La conferencia de Anápolis confirma las mínimas expectativas generadas

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El comienzo de otro comienzo. Las mínimas expectativas generadas por la conferencia de paz escenificada ayer en la sede de la Academia Naval de Anápolis se confirmaron. Tras varios meses de conversaciones, la intensiva mediación por parte de la secretaria de Estado de EE UU, Condoleezza Rice, y discusiones hasta literalmente el último momento para establecer una nueva Hoja de Ruta, la Administración Bush solamente pudo ratificar que israelíes y palestinos están de acuerdo en volver a negociar «de buena fe» un acuerdo de paz que eventualmente debería desembocar en la creación de un Estado palestino independiente.

Las dos partes, sin entrar en explosivos detalles, se declararon dispuestas a alcanzar un acuerdo para finales del año que viene, antes de que el presidente Bush agote su segundo y último mandato en la Casa Blanca. Un calendario lleno de escepticismo pero que debería comenzar a cumplirse con una primera cita de un comité directorio convocada para el próximo día 12 de diciembre. Como elemento de esperanza, israelíes y palestinos, emplazados a reunirse cada dos semanas, insistieron en que esta vez comparten «la determinación de poner final al derramamiento de sangre, sufrimiento y décadas de conflicto entre nuestros pueblos y hacer posible una nueva era de paz basada en la libertad, la seguridad, la justicia y la dignidad».

En su discurso, el presidente estadounidense y anfitrión de la cumbre resumió la ausencia de resultados tangibles con la frase: «Si la paz fuera fácil, hubiera ocurrido hace mucho tiempo». Fiel a su estrategia declarada de no presionar a las partes, Bush reiteró que corresponde a israelíes y palestinos «mostrar paciencia y flexibilidad» si de verdad quieren alcanzar su objetivo de coexistencia pacífica. El líder republicano también recalcó como requisitos básicos que los palestinos abandonen a sus elementos terroristas y que los israelíes acaben con la ocupación que empezó en 1967.

Estado independiente

De fracasar una vez más en estas negociaciones, el presidente de Estados Unidos argumentó que los grandes triunfadores serán los extremistas en Oriente Próximo. Además, insistió en que un Estado independiente «facilitará a los palestinos la oportunidad de vivir con libertad, propósito y dignidad», a lo que se añadiría la posibilidad de ofrecer a los israelíes «algo que ellos han estado buscando durante generaciones: vivir en paz con sus vecinos».

El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, destacó, por su parte, las duras cuestiones para un estatus definitivo pendientes en esta negociación al insistir en que su pueblo «necesita que Jerusalén Este sea nuestra capital», sin olvidar que Israel ponga fin a los asentamientos, reconozca los derechos de refugiados y libere a miles de presos. Mientras que el primer ministro hebreo, Ehud Olmert, se presentó como un político deseoso tanto de paz como de un final para «el terror, la incitación y el odio». Para lograr esas aspiraciones, se declaró dispuesto a «un doloroso compromiso, plagado de riesgos».

Esta retórica del mandatario israelí contrasta con la realidad de Olmert como un primer ministro israelí profundamente impopular y cuya mayoría de gobierno depende de facciones parlamentarias radicalmente opuestas a realizar concesiones a los palestinos. Por su parte, el presidente de la ANP apenas controla la mitad de los territorios palestinos desde que los militantes radicales de Hamas se hicieron a comienzo del verano con el control de Gaza.