Editorial

Diplomacia y firmeza

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as declaraciones del portavoz del gobierno de Marruecos, Jalid Naciri, exigiendo la apertura de un diálogo bilateral sobre el futuro de Ceuta y Melilla como condición para recuperar la normalidad de las relaciones con España, han aportado un nuevo ingrediente de tensión y confusión al estado de las relaciones entre los dos países tras las visita de los Reyes a las ciudades autónomas. El apoyo total a «los derechos legítimos» de Marruecos expresado ayer por la Liga Árabe incrementa la preocupación sobre la evolución de la crisis. La aparición de una patera con inmigrantes ilegales en Melilla, la primera en dos años desde las avalanchas de subsaharianos a la valla en 2005, ha despertado además recelos al relacionar el hecho con las palabras de Mohamed VI advirtiendo de «las consecuencias» del viaje de sus Majestades. Los acontecimientos indican que el Ejecutivo de Mohamed VI está practicando una escalada en sus reacciones, llamando a consultas al embajador en Madrid, promoviendo manifestaciones en los puestos fronterizos y alentando críticas que culminan ahora con la exigencia de abrir el dossier del futuro de las ciudades autónomas. El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha mantenido una actitud extremadamente respetuosa pese a las reacciones desabridas y desproporcionadas de la administración marroquí y, en todo momento, ha considerado que la situación estaba controlada. Pero cuando desde el gobierno de Marruecos se condiciona la normalidad de las relaciones al previo cuestionamiento de la integridad territorial de España, la actitud del Ejecutivo español no debería dejar margen a equívocos. Y en ese empeño debería contar con toda la lealtad y respaldo del primer partido de la oposición para ofrecer ante el pulso marroquí una unidad sin fisuras.