Cultura

Una historia real sobre el nazismo conmueve al público de la Seminci

'Los falsificadores' de Stefan Ruzowitzky está basada en un hecho real acaecido en Alemania

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Stefan Ruzowitzky ha presentado en el Festival Internacional de Valladolid Los falsificadores, una conmovedora película sobre una de las fuentes inagotables del cine contemporáneo: el nazismo. El sexto largometraje del director austriaco se remonta al momento en el que la II Guerra Mundial avanza y el régimen de Adolf Hitler agota sus recursos económicos, por lo que el Gobierno nazi lleva a cabo un plan para falsificar grandes cantidades de dinero. La historia de un prisionero en un campo de concentración que se ve obligado a colaborar con sus captores asesinos está basada en un hecho real bastante desconocido en Alemania.

La verdadera historia de Salomón, insigne falsificador y bohemio, parte de su confinamiento en un campo de concentración alemán en 1944. Allí aceptó colaborar con los nazis en la mayor operación de falsificación de la historia, con la que se pretendía contribuir a la financiación de la guerra. Durante los últimos años del conflicto, cuando el Tercer Reich veía cercano su final, las autoridades decidieron imprimir su propios billetes en las divisas de los países enemigos. En el campo de concentración de Sachsenhausen dos barracones fueron aislados del resto de las instalaciones y del mundo exterior para ser transformados en perfectos talleres de falsificación. Así nació la Operación Bernhard.

Cámara subjetiva

«Me esforcé por no contar una lección de historia -explica su director-, sino en plantear cuestiones universales para un público contemporáneo. Los falsificadores se encuentran en una posición sumamente privilegiada porque conocen que detrás de la valla de madera están matando a sus amigos y a sus parientes, aunque no saben cómo afrontar esa tesitura desde el punto de vista ético». Los 99 minutos de duración del filme están captados desde el ojo del presidiario, con lo cual, inexorablemente, el espectador se identifica con él.

El realizador austriaco admite que mientras leía el primer borrador del guión -escrito por él- se dio cuenta de que había caído en un estereotipo positivo: todos los judíos eran intelectuales, mientras que los verdaderos falsificadores eran más artesanos y oficinistas. En consecuencia, llegó a la conclusión de que mostrar a los judíos con ese perfil de cultura equivalía a diferenciarles; es decir, a evidenciar una postura xenófoba.