Tribuna

El museo de Kabul

Resulta conocido que los Talibán destruyeron en Afganistá -para tragedia de la cultura universal- los famosos Budas gigantes de Bamayán, sin embargo, es desconocido que también derribaron otras antiquísimas esculturas en la histórica ciudad budista de Ghazni, al sur de Kabul. Tuvieron el mismo final las pequeñas estatuas de Buda de los valles de Foladi y de Kakrak.

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Dentro de los múltiples atropellos culturales llevados a cabo por los Talibán, se encuentra igualmente la destrucción, saqueo y expolio del Museo Nacional de Afganistán en Kabul llevado a cabo por unos vándalos obedeciendo un decreto islámico o fatwa, de 26 de febrero de 2.001 del conocido Mulá Omar, quien ordenó la destrucción de todos los monumentos y obras de arte figurativas en territorio afgano. Esta fatwa fue dictada para dar cumplimiento a la prohibición coránica de crear imágenes de humanos y de otros seres vivos. Alá es el único creador de imágenes, hacer una es querer imitar a Alá. Por igual motivo se arrancaron de los libros las láminas de los seres vivos. Esta decisión sin precedentes suscitó una unánime reacción internacional. De nada sirvió.

Es poco conocida la riqueza cultural y arqueológica de Afganistán, consecuencia de su estratégica situación así como del transcurso de miles de años siendo cruce de rutas comerciales desde Irán hasta la India y Asia Central. La ruta de la seda transitaba por las desérticas llanuras así como por los pasos casi infranqueables del Hindu Kush en Afganistán. La campaña de Alejandro Magno dejó su huella, -el nombre de Kandahar proviene de Iskandar que es Alejandro en persa-. Gengis Khan conquistó Afganistán y los mongoles lo ocuparon durante cinco siglos. Herat es una de las ciudades más antiguas del mundo con 5.000 años de existencia, que comparados con los 3.000 de Cádiz, nos da idea de su remoto pasado. Consecuencia de todo ello, han sido hallados auténticos tesoros arqueológicos de innegable valor artístico y cultural.

Desde 1919, el Afganistán independiente invitó a arqueólogos extranjeros a realizar excavaciones en su territorio y a formar arqueólogos afganos a cambio de acuerdos sobre el reparto de los hallazgos muchos de ellos posteriormente expuestos en el Museo Nacional de Afganistán en Kabul.

El Museo de Kabul se convirtió en el mayor museo histórico y cultural de toda Asia Central. Numerosas piezas son prehistóricas, habiendo albergado la Colección de Bagram que contenía 1.800 piezas procedentes de la India, Roma, Grecia, Egipto y Asia Central. También disponía de una gran colección de monedas procedentes de Grecia y Roma encontradas cerca de Kabul. La colección contenía 40.000 monedas de diferentes civilizaciones datadas desde el siglo VIII a.C. hasta el XIX d.C.

Todo ello quedó arrasado y destruido como consecuencia de las sucesivas guerras, pero la fatwa del Mulá Omar fue la puntilla, y durante años el Museo ubicado frente al palacio de Darul Aman, -ambos en ruina, testigos mudos del desastre afgano-, ha estado olvidado esperando pacientemente su reconstrucción.

Del periodo preislamico no quedaron en el ruinoso museo nada mas que unas antiquísimas e interesantísimas estatuas de madera del Nuristán, al Este de Kabul, último reducto budista de Afganistán, entre las que destaca necesariamente para un oficial de Caballería, la figura de madera de un jinete a caballo de mas de dos metros de altura. Algunas piezas tenían más de 12.000 años de antigüedad.

En el reconstruido museo se exhibe lo poco que ha quedado. En su sala central se exponen las figuras erguidas acéfalas de Kanishka y un noble Kushana, la inscripción y el altar del fuego de Surkh Kotal, varias figuras de Buda de esquisto, el Boddhisattva sedante de terracota procedente de Tepe Marandjan, la enorme pila de mármol negro de Kanhahar y poco más.

Subiendo por la escalera principal al segundo piso se ven dos cajas con varias estatuas de Boddhisattvas de los siglos IV al VI de nuestra era, sentados y representados en la actitud budista de la iluminación, todavía protegidos con plásticos. En el primer salón, detrás de una puerta cerrada, se encuentra un cuarto atestado de estatuas de madera tallada de Nuristán. Dos figuras, un hombre y una mujer firmemente entrelazados, hablan del rico pasado artístico afgano y, tal vez, de su futuro. Buena parte de las vitrinas están vacías.

No obstante hubo posibilidad de salvar algunas piezas que se han conservado en el denominado «Museo Afgano en el exilio» ubicado en Bubendorf en el cantón suizo de Basilea, y que recientemente se ha decidido su regreso a casa. Esta «operación retorno» ha sido organizada por el actual Ministerio de Información y Cultura de Afganistán y se ha financiado con la ayuda de la Comisión Nacional Suiza para la UNESCO y el Departamento de Relaciones Exteriores de Suiza. Del transporte de los objetos se ha encargado el Ministerio de Defensa Alemán.

La obsesión de los Talibán por destruir toda muestra de arte preislamico, es otra prueba mas de su fanatismo, que debería hacernos reflexionar sobre la conveniencia cultural de destruir las obras de arte creadas en un tiempo político anterior. Los revolucionarios soviéticos no cometieron el mismo error que los Talibán y respetaron las obras de arte zaristas en San Petersburgo. Gracias a ese respeto cultural podemos visitar hoy día el Museo del Hermitage y toda la monumental ciudad con todo su esplendor artístico.

El retorno de parte del patrimonio cultural de Afganistán salvado de la acción destructiva de los Talibán, forma parte del proceso de reconstrucción de Afganistán que por mandato de la ONU, se está llevando a cabo bajo la protección de la fuerza multinacional ISAF, de la que España forma parte para orgullo nuestro, y que desgraciadamente nos ha costado cerca de cien dolorosas muertes en acto de servicio. Estoy profundamente de acuerdo con lo manifestado por Shigeru Aoyagi, director de la oficina de la UNESCO de Kabul La cultura es fundamental para el desarrollo de una democracia pacífica.