CRÍTICA DE TV

Más de lo mismo

Cuando nos gusta mucho una comida y nos la ponen todos los días corremos el riesgo de aborrecerla. Algo parecido puede ocurrir con el programa de Canal Sur 'La gente con María', que en su apartado 'Gente de oro' está abusando del mismo formato: una familia generalmente numerosa sorprende a los abuelos -o a uno de ellos- con una presencia multitudinaria que estos no esperaban. La primera vez que lo vi me gustó, incluso me emocioné en algunos momentos. La persona homenajeada por sus descendientes suele ser un ejemplo para todos ellos, un compendio de virtudes que han permitido que todos sus parientes hayan salido adelante en la vida, con muchas dificultades a veces. Pero todos los días lo mismo, empalaga bastante. Y eso es lo que le pasa al espacio de María del Monte. Deberían ser más selectivos, porque a veces la sorpresa pierde interés, como aquella vez en que salieron al plató dos hermanas con sus respectivos maridos y, al preguntarle a una de ellas cómo se llevaba con su hermana, respondió que bien, con tan escasa convicción que traspasó la pequeña pantalla y todos los telespectadores pudimos notar que no estábamos precisamente ante un ejemplo de armonía familiar. Este tipo de preguntas se consensúan antes para evitar chascos como el narrado, porque si no, condicionan el resto de la conversación. Una cosa es darle espontaneidad al asunto y otra chafarlo.

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Reclutar gente que quiera aparecer en televisión no supone ningún esfuerzo para cualquier cadena. El español medio no sólo está deseando aparecer en la 'caja tonta' para que lo vean en casa y le den al 'play' del vídeo en cuanto comience todo, sino que es capaz de cualquier cosa para lograrlo. El otro día, un matrimonio de mediana edad se jactaba de haberse casado y ser feliz a pesar de los impedimentos que les puso el padre de la señora, fallecido hace cuatro años. Prescindiendo de la sutileza que requería el caso, los esposos no tuvieron reparos en revelar el mal comportamiento del progenitor, que les ponía todo tipo de pegas para relacionarse en aquel entonces. Seguro que no mentían porque, por su descripción, estamos ante un caso de alguien muy chapado a la antigua, pero de ahí a hablar mal de una persona fallecida y que encima es tu padre, va un abismo.