El Jeme

Solidaridades

Estamos en una semana comprometida para unos y comprometedora para otros. El martes se celebró el Día Mundial de la Alimentación con el slogan «Derecho a la Alimentación. Urgente», cuyo objetivo es abordar el problema del hambre, no como una cuestión atinente sólo a la caridad o a la solidaridad y, por tanto, sólo vinculante en el plano de la conciencia, sino como un derecho humano primario, cuya ausencia atenta contra la dignidad de la persona.

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Hablamos del derecho a recibir alimentos, es decir, de convertir en un deber jurídico la obligación moral de no dejar morir de hambre a nadie. El hambre es una vergüenza, que por su reiteración nos ha terminado dejando insensibles, por eso estas campañas pretenden romper esa inercia que nos lleva a la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno. Junto a ello, este domingo se celebra el Domingo Mundial de las Misiones (Domund). Algún experto debería hablar de los efectos económicos indirectos de la actividad misionera. De cómo la alfabetización genera conocimiento y éste conlleva una mejora personal, laboral y económica, o de porqué la evangelización comporta una necesidad de coherencia, que se traduce en un mayor respeto y tolerancia hacia los demás y, en consecuencia, en un aumento de la paz social. Cultura y paz, generan riqueza.

Es verdad que estamos comprometidos con multitud de causas, que estamos desengañados porque no nos fiamos de que nuestro dinero llegue a su destino o que somos escépticos, porque pensamos que no hay que darles pescado, sino enseñarles a pescar. Así es, pero la solidaridad debemos tomarla como una exigencia y si somos engañados bastará con cambiar de ONG y denunciar a los aprovechados. Efectivamente, Gandhi tenía razón y por eso cuando se puede, se enseña a pescar, pero cuando no, hay que darles pescado.

Tampoco es imprescindible que nuestra solidaridad haya de proyectarse siempre hacia lo lejano, al tiempo que ignoramos las necesidades más cercanas. Inconscientemente evitamos al inmigrante, al excluido social o simplemente al mayor, porque intuimos que finalmente nos van a exigir la forma más radical de solidaridad, compartir nuestro tiempo, y no siempre estamos dispuestos.