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¿Qué probabilidad hay de que haya un terremoto en Cádiz?

El riesgo de temblores de alta magnitud y peligrosidad en tierra es pequeño en la provincia aunque la actividad sísmica sea mucho mayor en zona marina alejada de la costa

m. almagro
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¿Existen realmente más probabilidades de que se produzca un terremoto en la provincia de Cádiz que en otros lugares de España? Si se consultan los datos del informe que a diario hace público el Instituto Geográfico Nacional donde figuran los últimos temblores registrados en la península, podría parecer que sí.

En dicho parte son 'habituales' los movimientos sísmicos que se producen en el Golfo de Cádiz y en el Cabo de San Vicente y cuyo movimiento puede afectar a la provincia. Sin ir más lejos por ejemplo este lunes se producían dos de baja intensidad de los que no se notan en tierra, uno de magnitud 2,3 en el Golfo de Cádiz con una profundidad de 22 kilómetros, y el otro, dos días después, de 2,7 en la costa atlántica portuguesa.

El pasado 24 de febrero un terremoto con epicentro en Ossa de Montiel (Albacete) de magnitud 5,2 de la escala Richter hacía temblar buena parte del centro de la península y llegaba a provincias como Valencia y Córdoba. Aunque no se notaba en Cádiz de nuevo volvía a hacer pensar a muchos sobre los riesgos que existen en una provincia señalada a menudo por informes y estudios sobre este tipo de fenómenos. 

Según indica la profesora de la Universidad de Cádiz y experta en Tectónica María del Carmen Fernández Puga esta preocupación debe ser moderada. En tierra no hay mucho peligro. «El riesgo está en zonas marinas muy alejadas de la costa, sobre todo por los tsunamis que se puedan generar y afectar a la zona costera».

Pero si lo que se tiene en cuenta es la actividad sísmica registrada en la tierra, la provincia de Cádiz no es de las que tenga más temblores. «Aquí la actividad sísmica es muy escasa, comparado con lo que ocurre en zonas del sureste español, como Granada y Almería», explica.

En el interior del territorio gaditano la zona con más registros es la que se sitúa entre la provincia de Sevilla y Cádiz. En municipios como Puerto Serrano y Villamartín, por ejemplo. Esto se debe a la superficie sobre la que se asientan. «El Valle del Guadalquivir está relleno por gran cantidad de sedimentos de naturaleza arcillosa que es muy deformable ante esfuerzos de pequeña intensidad y que puede generar mayor inestabilidad». Aun así, los registros en dicha zona suelen ser de baja intensidad.

Liberación de energía

«Lo bueno es que haya muchos terremotos pequeños porque eso indica que la energía se va liberando y no se acumula». En este caso, suelen ser superficiales (de hasta 30 a 40 kilómetros de profundidad). El de Lorca (Murcia) que se cobró la vida de nueve personas tuvo una profundidad de tan solo un kilómetro. El de Ossa de Montiel, de 14. Por tanto, la superficialidad no es siempre un dato que pueda calcular de manera exacta el riesgo existente.

Según los expertos, en este tipo de fenómenos ni tan siquiera la magnitud es un factor único ya que son muchos las variaciones que pueden hacer un temblor más o menos destructivo o peligroso: desde la densidad de población de la zona afectada, al tipo de construcción que haya, las condiciones del suelo, o también que el temblor genere otros desastres colaterales como aludes, inundaciones o incendios, por ejemplo.

Origen y prevención

Como se sabe, los terremotos son sacudidas repentinas de la corteza terrestre que se producen por la liberación de energía acumulada. Los más habituales se generan a partir de la ruptura de fallas geológicas y también por la fricción en los límites de las placas tectónicas.

Pues bien, a nivel marino, entre las Azores y el Estrecho hay hasta cuatro grupos de fallas cuya tensión podría provocar un maremoto. «El problema del terremoto de 1755 (el más dramático que ha habido en Cádiz por el que fallecieron unas dos mil personas) es que no se sabe exactamente dónde se produjo».

Por tanto, sin conocer su origen es difícil establecer posible periodos de repetición. «Además son varias las estructuras geológicas en el Golfo de Cádiz cuyos movimientos podrían dar lugar a terremotos de magnitudes considerables. Aunque las previsiones de terremotos a corto plazo no existen».

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