Qué es el síndrome del impostor que sufre Dani Martín y qué hay detrás

Las personas que sufren este trastorno o malestar psicológico se ven incapaces de adueñarse de sus propios logros tanto profesionales como personales

El cantante Dani Martín, en uno de sus conciertos.
Raquel Alcolea

Raquel Alcolea

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«Soy una persona con tendencia a engordar, con ansiedad, con dificultad para concentrarme y ser capaz de aprender a tocar un instrumento musical de manera que considere correcta. He aprendido a cantar y no hacerme daño en la garganta en estos últimos tiempos. Tengo que aprender las cosas de memoria, tengo buen oído, me sé todo sobre el pop/rock español, no sé nada de técnica de audio, no sé producir un patrón de batería para una canción. Tuve una banda de éxito . He escrito un montón de canciones que forman parte de la vida de algunas personas. Luego me separé de mi banda y todo se ha ido convirtiendo en algo muy, muy bonito. Este año la gente decidió comprar entradas para cinco WiZink en menos de dos meses; tanto la compra, como la ejecución de los mismos. A veces estoy delgado y otras hinchado. Emocionalmente no soy una persona muy equilibrada, sufro mucho . Disfruto mucho en el escenario, ahora sin beber alcohol mucho más. No soy un gran cantante, tampoco sé si lo hago bien y la verdad que hay algo que me sorprende: que 22 años después siga pasando todo esto con el síndrome del impostor tan grande que tengo ; la verdad, me asombra. Jamás pensé que pasara nada de lo que ha sucedido en esta gira: no me imaginaba un staff así, un sonido así, una banda así, un público así y una vida así como la que tengo. Gracias por todo»... El parlamento que lanzó el cantante Dani Martín a través de un hilo de Twitter hace unos días para anunciar su pausa en el mundo de la música es revelador pues no solo mostró sentirse afortunado por haber vivido lo que ha vivido sino que manifestó el sufrimiento que vive a menudo sin que nadie lo sepa e incluso se mostró sorprendido pues, según asegura, sus habilidades musicales nunca invitaron a presagiar tal éxito.

Lo cierto es que ese ' síndrome del impostor ' al que hace referencia Dani Martín es en realidad un trastorno o un fenómeno psicológico que lleva a una persona a no ser capaz de reconocer sus méritos o logros, según explica la psicóloga Laura Valenzuela, experta de mundopsicologos. Así, según revela, estas personas se caracterizan por dudar constantemente de su valía, por sentir que nunca están a la altura de las circunstancias, por creer que deberían ser capaces de hacer más y por no verse como profesionales competentes aunque realicen un buen trabajo o incluso tengan éxito.

Y no solo eso sino que además creen que en cualquier momento los demás sabrán que no son válidos y que se les ha dado un reconocimiento que ellos creen que no merecen realmente.

Podrías padecerlo si...

  • No te permites equivocarte y si lo haces aparece una gran frustración que te confirma que eres un fraude

  • No aceptas cumplidos, pues consideras que no eres merecedora de ellos

  • Tus metas son altas y exigentes y buscas la perfección en todo lo que haces

  • Crees que la mayoría de tus logros y éxitos son causados por la suerte y no por tus esfuerzos

  • Sientes que no estás lista y estás en constante formación porque nada te parece suficiente

  • Te cuesta confiar en los demás y, por tanto, te cuesta delegar y trabajar en equipo

Algunas de las señales que indican que una persona podría estar viviendo el «síndrome del impostor» son, según indica Mónica García, coach de liderazgo y directora del centro El Factor Humano, que manifiestan una cierta inseguridad en el trabajo (miedo a hacerlo mal, de tomar decisiones equivocadas o decepcionar), que piensan que no son «suficientemente buenos» para esa profesión o para formar parte de ese colectivo y que se comparan continuamente con las personas de su trabajo o de su entorno que ellos consideran que sí que son excelentes en lo que hacen. «Lo que sorprende al resto de las personas que conviven o trabajan con ellos es que los resultados que se ven desde fuera son muy buenos, aunque los falsos impostores no lo ven así», añade la experta.

En cuanto a los casos que responden a ese perfil podrían ser, como opina Verónica Rodríguez Orellana, psicoterapeuta y directora de Coaching Club, el de una persona que ha recibido un ascenso en su trabajo pero que no tiene un registro plenamente consciente de que dicho logro sea merecido, fruto de su esfuerzo o de sus acciones para conseguir una mejor oportunidad. O incluso puede darse en algunos estudiantes que reciban una excelente calificación en un examen o consigan una beca y crean que es algo fruto de la suerte y no de su esfuerzo. «En ambos casos se angustian pensando que han sido capaces de engañar a su entorno y creen que no saben asumir las nuevas responsabilidades», aclara.

Las personas que sufren el síndrome del impostor sienten que no merecen su éxito.

Qué hay detrás del síndrome del impostor

Las personas que sufren este trastorno podrían ser, según afirma Rodríguez-Orellana, perfiles que han sido excesivamente exigidas en su infancia, además de haber sido muy criticadas por sus figuras de apego, como pueden ser los padres y los profesores.

También suele ser frecuente en los profesionales que, aunque sean buenos, tienen una forma de ver el mundo polarizad a: piensan que hay una forma de hacer las cosas que está bien y el resto, está mal. «No ven los grises, solo aceptan lo correcto y lo que está bien hecho», comenta la experta de El Factor Humano.

Algunas de sus sensaciones que se dan habitualmente en este tipo de personas son: pensar que tener éxito les hace quedar expuestos y lo ven como un peligro; pensar que si reconocen lo que hacen bien o sus logros pueden parecer arrogantes o poco humildes; dar mucha importancia a lo que piensan los otros de ellos y procurar no decepcionar.

Entre sus principales causas, tal como revela Valenzuela, están cuestiones como una baja autoestima , un autoconcepto pobre y una sensación de poca valía, aunque también puede producirse como consecuencia de los efectos de vivir en un entorno familiar exigente y perfeccionista.

Además de su necesidad de compararse constantemente con otra personas, suelen mostrar miedo al fracaso y una baja tolerancia a la frustración.

Cómo superar el síndrome del impostor

La ayuda profesional, tanto en sesiones grupales o individuales, pueden aportar la identificación de un patrón emocional y de conducta que ayude a redefinir la situación. Como asegura Rodríguez Orellana, este tipo de sesiones se centran en trabajar con la distorsión cognitiva que sufre esa persona a través de ejercicios lúdicos.

Otra técnica que defiende Mónica García consiste en que se centren en contribuir y en servir, no en hacerlo bien. «Valorar la utilidad en lugar de focalizarse en si lo han hecho bien o mal les resultará más fácil», asegura.

También puede ser útil trabajar con la idea de darse permiso para ser uno mismo y dejar atrás la autoexigencia o la necesidad de perfección o de intentar ser aquello que se supone que uno tiene que ser. «Puedes tener algún modelo en los que fijarte, pero no tienes que ser esa persona», manifiesta García.

Con este tipo de personas se corre muchas veces el riesgo de intentar ayudarles reconociéndoles sus méritos o diciéndoles todo lo que hacen bien y lo que han conseguido. Sin embargo, como explica García, eso solo fortalece la necesidad que tienen de valoración externa y no acalla esa vocecita que les recuerda que no son tan buenos como parece. Es mejor, según explica, que les recordemos lo importante que es dar lo mejor de uno mismo y hacerles entender que a las personas se les quiere por quienes son y no por sus logros o porque sean buenos en lo que hacen.

Ayudar a que la persona integre emocionalmente su éxito y sentir los logros es otro recurso que funciona. Lo habitual es que reconozcamos los éxitos a nivel racional o mental, pero que no se sientan de corazón o de verdad. Y eso es algo que, según revela García, puede contribuir a fortalecer la visión de uno mismo y de sus logros. Se trata, por tanto, de volver a cada situación, analizar cuál ha sido nuestra contribución y dejar que esa persona sienta el resultado de todo aquello.

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