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Carlos Vela es derribado por Mario Suárez en presencia de Koke - AFP
LIGA BBVA | JORNADA 11

La Real Sociedad demostró más corazón que el Atlético

Tras un arranque prometedor, los rojiblancos desaparecen en Anoeta y ceden ante el empuje de los donostiarras

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El Atlético perdió la estela del Real Madrid en la cabeza de la Liga tras un partido de cuchillos largos en Anoeta, donde la Real Sociedad demostró orgullo para sobreponerse a un comienzo titubeante y tuvo la fe necesaria para volcar el resultado a su favor. El encuentro demostró más ruido que fútbol, y el colegiado se tuvo que emplear a fondo para que no se le fuera de las manos. Griezmann, que se hizo un hombre en esta casa, tuvo un papel apenas testimonial, pues saltó al terreno de juego cuando la suerte estaba echada.

[Así hemos narrado el partido]

Empezó la Real espesa, sin las trazas del equipo volcánico que sorprendió al Madrid al inicio de temporada.

Después de aquel prometedor arranque se encuentra en las catacumbas a la espera de la llegada de un nuevo timonel al banquillo (suenan David Moyes y Pepe Mel).

El Atlético tomó la iniciativa y fue tan evidente su superioridad que no tardó en hacer sangre por la banda derecha, donde Juanfran es el amo. El lateral-extremo está en el momento más dulce de su carrera deportiva, y se atreve con todo. Lo mismo se pega una carrera para abrir el campo a sus compañeros que toca para generar situaciones de peligro. En una combinación con Raúl García llegó el primer tanto rojiblanco. Al final el navarro centró con rosca al segundo palo, donde apareció Mandzukic con la caña. El 0-1 parecía lógico visto lo visto. Lo que vino después tuvo más que ver con el corazón que con el fútbol, aunque a veces se solapan. Y ahí ganó la Real.

Haciendo de la necesidad virtud, los locales cambiaron el discurso y empezaron a meter en problemas al Atlético, que perdió el control del balón con la misma facilidad con que lo había ganado. El toque de corneta tuvo rápidamente premio gracias al talento del mexicano Carlos Vela, que golpeó con la zurda desde fuera del área colocando el esférico ajustado al palo, haciéndo inútil la estirada de Moyá. En apenas quince minutos se vieron dos escenarios completamente distintos.

Vela se ganó una amonestación por simular un penalti —según interpretación del árbitro; la jugada admite varias interpretaciones—. En el correcalles, la Real estuvo ya a punto de voltear el resultado. Fue tras un error de juvenil de Miranda, que cedió el balón hacia atrás y se lo entregó en bandeja a Agirretxe, con una autopista para correr. El delantero superó la salida de Moyá y remató a puerta vacía, pero llegó Godín a la desesperada para despejar a córner y evitar el bochorno de su socio en la defensa. El propio central tuvo en su cabeza la última ocasión de la primera parte, aunque la mejor noticia para el Atlético fue que el árbitro señalara el camino de los vestuarios, donde Simeone tuvo trabajo.

Expulsión de Siqueira

Pero las cosas se le complicaron más al técnico argentino, que se vio obligado a reestructurar el equipo a los diez minutos de la reanudación tras cosechar Siqueira dos tarjetas en apenas dos minutos. Las insistentes protestas de Raúl García al juez de línea casi aumentan el parte de bajas del Atlético. Salió Ansaldi por Mario Suárez para cubrir el carril izquierdo, pero el partido quedó definitivamente encanallado.

Un encontronazo entre Vela y Mandzukic en el área rojiblanca acabó con el mexicano en el suelo reclamando, de nuevo, penalti. La siguiente aparición del delantero croata fue en su hábitat natural, pero malogró un gran servicio de Ansaldi cruzando el balón en exceso cuando lo tenía todo a favor. Las faltas y protestas se adueñaron del escenario, con festival de tarjetas amarillas (hasta ocho cosechó el Atlético, por dos de la Real), y ya no hubo tiempo para normas de cortesía: Gabi sacó fuera la pelota para que atendieran a Mandzukic y la Real no la devolvió.

Condenados los rojiblancos a la irrelevancia en toda la segunda mitad, la fe de los blanquiazules les dio su recompensa en forma de formidable testarazo de Agirretxe. Ya no hubo tiempo para más; salvo para que Griezmann fuera recibido con una sonora pitada en la que fue su casa, pero los cariños en este negocio son volátiles.

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