Toros

Suspiros de España y Morante en Córdoba

Tarde repleta de simbología con las miradas puestas en la ciudad y hubo rigor en el tendido, emoción y torería en el albero

Aspecto de la grada durante el paseíllo en el Coso de Los Califas Valerio Merino

F. J. Poyato

Con los cinco Califas del Toreo jalonando el frontispicio del tendido de la plaza de toros de Córdoba , ya podía enmarcarse la dimensión de la cita. Si guardan la Puerta de los Califas de manera patricia para cuando la gloria sale a hombros, la simbología de su estampa arropando a la Fiesta desde las alturas rememora el sitio de Córdoba en la Historia del Toreo. La Casa de los Toreros. Coso engalanado, tan sobrio como siempre, pero carácter impregnado en un público disciplinado que demostró cómo había que estar a la altura de las circunstancias, que siguen pesando mucho.

El único festejo en una plaza de primera categoría de esta temporada. Todas las miradas apuntando a Córdoba . Las de los empresarios de otros ruedos de élite, pensando en lo que pueda pasar allá por marzo. La de una afición encantada con un mano a mano entre Morante de la Puebla y Juan Ortega en fecha tan señalada: Día de la Hispanidad . La de una ciudad que recupera un lugar perdido hace muchos años. La de un empresario que presenta sus credenciales para Los Califas . Para dos diestros de arte, cada uno a su manera, que rivalizaron en el capote, en los quites del tercio de varas. Para seguir reivindicando la libertad por la que esta tradición y seña de identidad de España cabe en todas las ideologías posibles, como fiesta del pueblo que sigue siendo. A ella se refirió la diputada popular Cayetana Álvarez de Toledo , dispuesta en la barrera, en su alocución televisiva tras el brindis de Morante en su segundo de la tarde. El toro, otro símbolo de la expansión de la cultura hispánica allende los mares.

Himno nacional a punto de arrancar el paseillo. Vivas a España y al Rey entre el público al que el rigor del contexto amaina la habitual jovialidad y entrega de otros tiempos. Vivas a la Tauromaquia en mayúsculas. Sensibilidad a flor de piel en unos tendidos con distancia de seguridad, pero mucha cercanía en los corazones.

No acompañó el encaste de Jandilla , del que se esperaba algo más, a unos toreros que mostraron su disposición y su compromiso en una tarde tan simbólica. Para Juan Ortega , agrónomo de cuna cordobesa y crianza en el albero califal en su etapa de novillero, una oportunidad de oro tras su exitoso paso por Linares en la trágica efeméride manoletista de finales de agosto. Para Morante de la Puebla , su coso fetiche al que puso bocabajo en una tarde inolvidable de 2013 que le reportó cuatro orejas y un rabo con un toreo colosal.

Ortega tuvo su oportunidad en su primer toro —quizás el mejor de la tarde—, aunque no ayudó la espada. Y Morante destapó el tarro de las esencias en el quinto, el astado que más se dejó hacer. Y entonces, en esa faena, sonó el pasadoble del maestro Álvarez «Suspiros de España» para ponerle musicalidad a la torería que desprendió el maestro de la Puebla del Río. Fue quizás el momento más vibrante de la tarde. Suspiros en el tendido salpicado por protocolo (poco más de 2.900 personas), suspiros en la partitura, suspiros en el toreo de Morante , suspiros por las heridas que esta pandemia está dejando en tantas y tantas familias y en la autoestima de todos; suspiros por lo que los aficionados no han podido disfrutar y suspiros por la incertidumbre que nos sigue atenanzado. El morlaco más peligroso.

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