Apuntes al margen

Lecciones de las mordidas

La elusión de la vista oral nos deja sin escuchar respuestas a preguntas que son pertinentes

Cristian Menacho y Ángeles Zurera salen del juzgado durante el inicio de los trámites judiciales Valerio Merino

Rafael Ruiz

En lo que a este escribe respecta, el acuerdo de asunción de los hechos firmado por los tres directivos de la Fundación Guadalquivir Futuro -en adelante, el chiringuito- le pone el punto y final a una historia que ha durado casi cinco años. Desde aquella conversación con un gran tipo -cuyo nombre se queda en el confesionario- que solo me dijo una frase: «Quiero que conozcas a alguien a quien no le hace caso nadie». Y desde la primera reunión, mirando por el rabillo del ojo, en la pastelería Roldán de la esquina entre la avenida de Granada y la plaza de Andalucía. Lo que vino después es un escándalo político en el que ningún responsable público ha dado aún explicaciones -mucho menos, dimitido- bajo la vieja táctica de meter la cabeza en la papelera más cercana.

Según se ha publicado, la Fiscalía ha llegado a un acuerdo con todas las partes del caso Guadalquivir Futuro, que llevaba en proceso de instrucción desde finales de 2016. Ángeles Muñoz, Cristian Menacho y José Antonio González aceptan un cargo por barba contra los derechos de los trabajadorse y dos de fraude de subvenciones. El acuerdo consiste en que no pisen la prisión -la pena conjunta son tres años pero ninguna de ellas supera los dos de forma individualizada- si indemnizan a las víctimas y no cometen delitos en los próximos cuatro años, tiempo en el que la sanción de prisión queda suspendida pero no desaparece del historial.

Pocos asuntos se han visto más viscosos que éste de Guadalquivir Futuro. La abundancia de dinero público digitalmente concedido gracias al carné del PSOE derivó en quedarse parte del salario que deberían haber recibido desempleados. El uso de personas que pasaban por allí para ejercer de animadores de mítines políticos . La tesis de que se estaba ayudando a las criaturitas por encima de cualquier mínimo rigor en la gestión de los recursos que son de todos y que, al parecer, se han volatilizado. Los masajes personales -literalmente- pagados con dinero de los andaluces. Los sobres con 500 euros de mordida porque aquello era como adoptar a un niño desvalido. Esos detalles que convirtieron el caso en algo más que una simple instrucción penal. En un retrato estrambótico de hasta dónde puede llegar la influencia de un partido cuando se pone a beneficiar a los propios.

Gente con la cabeza en su sitio como el exparlamentario de Podemos David Moscoso ha asegurado que echa de menos que el PSOE pida disculpas por unos hechos que no pudieron suceder sin apoyo político. Ni Ángeles Muñoz ni su hijo tenían el poder suficiente como para acceder al presupuesto de la Junta de Andalucía sin que alguien les abriese la puerta. La elusión del acto de la vista oral nos deja sin la gran oportunidad de escuchar la respuesta a algunas preguntas pertinentes . Por ejemplo, quién o quiénes levantaron el teléfono para regar de pasta el chiringuito de aquella manera tan asombrosa. De qué manera tan milagrosa consiguió alguien -solo o en compañía de otros- acceso a los abundantísimos recursos de un plan de contratación de parados que, recuérdese, se publicitaba en las casas del pueblo del PSOE de toda Andalucía.

El caso Guadalquivir Futuro siempre ha sido moral. De hecho, inmoral. El poder de la partitocracia en estado puro que amamanta a los suyos a pesar de que existen indicios razonables de que no son trigo limpio colocando por encima de todo la capacidad de maniobra electoral. Ha dicho Isabel Ambrosio, como otros antes, que solo eran militantes. Ovejas descarriadas del rebaño que, por el camino, tropezaron con cientos de miles de euros.

Hay gente con suerte .

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