«Sólo necesito oír el pellizquillo para saber si puedes cantar saetas»

Francisco Castellón es de los saeteros de toda la vida. De esos que llevan más de 60 años buscando un rincón para cantarle al Señor y de los que han servido de referente a varias generaciones. En su caso, además de deleitar cada Semana Santa con su cante –lo lleva haciendo desde los 8 años y actualmente tiene 71-, optó por dedicarse a la formación. Este año su escuela, la de la Serranía, ha cumplido su 17 aniversario. Puede presumir –y presume- de haber cantado junto a María «La Talegona». No olvida aquel día que él venía de cantar en varios sitios «y tenía la voz muy mal». No podía cantar. «Se lo dije y me ofreció unas pastillas que me dejaron como nuevo».

Puede contar miles de escenas vividas en torno a la saeta, pero, para él, la más importante es la que inició hace 17 años, la de su escuela. Llegó a tener en sus orígenes hasta 45 alumnos en un mismo año. Ahora, esta cifra se encuentra en 20. «No está mal, ten en cuenta que hay muchos alumnos que vienen sólo a repasar», precisa.

Tal es su experiencia en la formación que, como asegura, «sólo necesito oír el pellizquillo para saber si puedes cantar saetas». Se atreve a analizar el momento que atraviesa este cante, del que dice que «en Córdoba la saeta no está lo suficientemente valorada». A la hora de hablar de saeteros que son referente apunta, aparte de a los suyos, a Ordóñez y Churumbaque hijo, que «son los que están apretando más»

Concluye que «Siempre es bueno sentir lo que estás cantando, pero es verdad que hay saeteros que no son creyentes» y deja caer que «a lo mejor me arranco en la zona de la Catedral».

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