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El Papa afirma que la Resurrección de Cristo nos libera de «nuestros estériles pesimismos»

Denuncia «el dolor de la miseria, la explotación y la trata»

CORRESPONSAL EN EL VATICANO Actualizado: Guardar
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En la ceremonia más solemne y alegre del año, el Papa Francisco afirmó en la noche del sábado que la Resurrección de Jesucristo «no solo aparta la piedra del sepulcro sino que también hace saltar todas las barreras que nos encierran en nuestros estériles pesimismos». Aunque los problemas no faltan, la vigilia de la Pascua es un momento de alegría y de esperanza.

Cuando la noche había caído ya sobre Roma y el interior de la basílica de San Pedro permanecía en la oscuridad, el Santo Padre encendió el cirio pascual, cuya minúscula llama fue pasando de vela en vela hasta convertirse en centenares de puntos de luz. El recuerdo de la Resurrección se hizo visible cuando, poco después, empezaron a sonar las campanas, estalló vibrante la melodía del órgano y las luces de la basílica se fueron encendiendo con una cascada de luz poderosa.

El Papa Francisco inicio su homilía recordando a dos mujeres, «María Magdalena y la otra María» en palabras del evangelista Mateo, que «a diferencia de los discípulos» habían permanecido al pie de la Cruz «acompañando a su Maestro hasta el último respiro».

Estas dos mujeres fuertes, «capaces de aguantar, de asumir la vida como se presenta y de resistir el sabor amargo de las injusticias», caminaban el domingo hacia el sepulcro para embalsamar el cuerpo de Jesús.

En sus rostros, según Francisco, se puede ver «el de tantas madres y abuelas, de niños y jóvenes que resisten el peso y el dolor de tanta injusticia inhumana, de todos los que sienten el dolor de la miseria, la explotación y la trata, el desprecio por ser inmigrantes, huérfanos de patria, de casa, de familia».

«Hijos sepultados bajo la corrupción»

Esas dos mujeres son «el rostro de las madres que lloran al ver a sus hijos sepultados bajo la corrupción que quita derechos y rompe tantos anhelos, o la burocracia paralizante y estéril, que no permite que cambien las cosas”.

Siguiendo esa narrativa, el Papa subrayó que todo el dolor de María Magdalena y su compañera desapareció de repente cuando al llegar al sepulcro encuentran la puerta abierta, reciben la noticia de que Jesús ha resucitado, «y este es el anuncio que, generación tras generación, nos regala esta noche santa”.

Francisco invitó a todos «a anunciar, a compartir el descubrimiento de que el Señor está vivo». Con mucha fuerza, insistió en que Jesucristo «está vivo y queriendo resucitar en tantos rostros que han sepultado la esperanza, que han sepultado los sueños, que han sepultado la dignidad”. Es cuestión de ayudarles, «dejando que el Espíritu Santo nos conduzca por este camino».

La misa de la vigilia pascual incluye lecturas del libro del Éxodo que recuerdan la liberación de Israel y, naturalmente, del relato evangélico de la Resurrección. E modo habitual, la liturgia más solemne del año, incorpora también el bautismo de adultos, que el Papa administró anoche a once personas, incluida una joven española.

Aunque Francisco hablaba con voz serena, su rostro reflejaba el cansancio por las numerosas ceremonias largas que ha presidido esta semana, incluida la misa del Jueves Santo en la cárcel de Paliano, a una hora de automóvil de Roma, donde lavó los pies a doce delincuentes arrepentidos entre los cuales había tres mujeres y un musulmán convertido que recibirá el bautismo el próximo mes de junio.

El programa del Santo Padre para el Domingo de Pascua comienza a las diez de la mañana con la misa solemne en la plaza de San Pedro, y continua a las doce, desde el balcón de la fachada de la basílica, con la bendición «Urbi et Orbi», «a la ciudad y al mundo».

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