Mayte Alcaraz

El alguacil Moix

El fiscal anticorrupción era carne de cañón desde que sus compañeros le señalaron

Mayte Alcaraz
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EL "Tribunal Supremo de los Platós" y sus ideólogos de Podemos decidió hace meses alguacilar al alguacil. Como en la inmortal obra de Quevedo, alguien sentenció que Manuel Moix, fiscal anticorrupción, había sido poseído por el demonio (léase PP cuando de Lucifer se trate) por lo que su misión era achicar el agua pantanosa de la corrupción de este partido. No conozco al tal señor Moix, más allá de algún saludo educado en actos públicos a los que acudo como periodista. Desde luego, ser propietario del 25% de una sociedad radicada en Panamá que es dueña de una casa en Collado-Villalba valorada en 550.00 euros no es la mejor carta de presentación de un fiscal, aunque nada de ilegal tenga.

Pero me escama que en la Fiscalía Anticorrupción nada pasara, todo fuera música celestial sobre una alfombra de pétalos de flores, hasta que llegó Moix.

Motivos para la satisfacción en el Ministerio Público tampoco sobraban antes de que sentara sus reales José Manuel Maza o el demoníaco Moix: en la Memoria que entregó hace unos meses la ahora añorada Consuelo Madrigal las cifras sonrojaban. De 371 procedimientos abiertos por la Fiscalía relativos a delitos económicos de especial trascendencia, corrupción política o blanqueo de capitales cometidos por grupos criminales organizados, solo hubo 22 sentencias condenatorias total o parcialmente. Un 6% de acierto se asemeja más a la puntería de una escopeta de feria que a la solvencia exigible a una institución básica en un Estado de Derecho.

Aun así, hasta el mes de febrero nadie levantaba una voz más alta que otra. El ignoto anterior fiscal anticorrupción, Antonio Salinas, parecía pilotar un barco de recreo donde la productividad y la eficiencia eran asuntos menores. Ese "power flower" solo se truncó cuando el nuevo fiscal general del Estado decidió, en uso de sus facultades, elegir al jefe de los fiscales de Madrid para Anticorrupción. Los miembros del Ministerio Público querían a Alejandro Luzón, considerado "de la casa", y declararon la guerra al recién llegado, al que señalaron poco menos que como un enviado de Rajoy a la judicatura. Para ese potaje cualquier ingrediente era bueno: que Zaplana y González habían hablado de él en una conversación interceptada en el marco de la operación Lezo; que el nuevo fiscal-jefe quiso limitar la investigación sobre el exdirigente madrileño, Alberto Ruiz-Gallardón; y que pretendió apartar del escándalo del 3% a los dos fiscales que lo llevaban. De las decisiones judiciales puestas en cuestión solo decir que finalmente se impuso la decisión de la Junta de Fiscales de seguir investigando a Gallardón y que el cambio de los fiscales del 3% fue paralizado por la Fiscalía General. Es decir, todo en orden gracias a los contrapesos del Estado de Derecho. Y ser objeto de comentarios entre un presunto delincuente y otro político tampoco demuestra que el aludido en la conversación sea Satanás.

Yo sigo haciendo la misma pregunta: ¿Es solo casualidad que a Moix le salgan tantos muertos?

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