Teresa Romero pasea a su nueva mascota cerca de su casa
Teresa Romero pasea a su nueva mascota cerca de su casa - ÓSCAR CHAMORRO
un año después del ébola

Teresa Romero: «Estoy bien. Hago una vida lo más normal posible»

La auxiliar de clínica sigue de baja y acude al Hospital Carlos III a tratar las secuelas del ébola

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«Estoy bien. Hago una vida lo más normal posible. Gracias por interesarte por mí pero no quiero hablar nada más». Tajante y educada, Teresa Romero, la persona que venció al ébola, respondía así hace unos días a ABC. Hace un año su rostro abría las portadas de los periódicos y los informativos nacionales y extranjeros. Esta auxiliar de clínica estaba infectada por el virus tras atender a Manuel García Viejo, el segundo misionero expatriado que moría en el Hospital Carlos III. Lo alarmante es que su caso era el primero de contagio secundario fuera de África.

La vida normal que desea la obliga a lidiar con algunas secuelas. Teresa sigue de baja laboral, según nos confirma su marido, Javier Limón, que también permaneció bajo vigilancia clínica en el Carlos III.

Él no se contagió, como el resto de las 15 personas que fueron ingresadas en observación. Todos estaban limpios. Romero ya no pertenece a la unidad donde se contagió. El equipo se ha reorganizado recientemente y ella «no se ha presentado», indican fuentes sanitarias.

Teresa y Javier se muestran cautos. Ella quiere pasar página. Olvidar que estuvo a punto de morir y que no le están saliendo como esperaban los pleitos que han presentado en los tribunales. Más bien, al contrario. Como un «boomerang», a ella también se los pusieron por no advertir a una médico de familia y a varias peluqueras de que se encontraba mal tras haber estado cara a cara con el ébola: Teresa había recogido la habitación del misionero García Viejo tras la muerte de éste y, por lo visto, no fue correcta la forma que despojarse del traje de protección. Pudo rozarse la cara con los guantes. Eso la oyeron comentar.

Hoy, la urbanización de Alcorcón donde viven los Limón-Romero está muy tranquila, sin el ejército de periodistas que tenía hace un año a la puerta. Es de esas tan grandes que pocos se conocen. Nadie sabía que tenía a Teresa de vecina hasta que pasó lo que pasó. Algunos vecinos aseguran que «ahora, se deja ver poco». Sólo cuando baja a pasear a la perra que le regaló el Ayuntamiento alcorcoleño para paliar el disgusto de esta pareja por la muerte de «Excalibur», el can –sacrificado ante la sospecha de contagio– al que, según dijeron ellos mismos, consideraban como el «hijo que no hemos tenido».

«No habla mucho. Da vueltas por el parque con la perrilla y poco más. Está más delgada. La verdad es que en los últimos días la hemos visto menos. A lo mejor se ha ido fuera de Madrid», dice Antonio, uno de los vecinos de la avenida del Pinar, 35.

«Teresa evoluciona favorablemente de sus secuelas. Aquí se le hace el seguimiento», señala a este periódico el doctor José Ramón Arribas, jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Carlos III-La Paz. «Tuvo una carga viral muy alta pero sabemos de enfermos que lo han pasado y ahora están perfectamente».

Uveítis, dolores y cansancio

Según cuenta el doctor Arribas –que hace un año también pilotaba el equipo que trató a Romero–, las secuelas más habituales que presentan este tipo de pacientes son la uveitis (inflamación ocular), dolores articulares y cansancio. «Es –asegura– el síndrome del superviviente. Nunca había habido tanto superviviente de ébola».

«Hace un año pasamos muy malos ratos pero de toda crisis se aprende. Fue un master de campeonato. Ya están casi listas nuestras nuevas unidades de alto nivel para infecciones de alta mortalidad, con 102 profesionales. Es lo correcto, pero soy de los que opina que las epidemias hay que detenerlas en origen y mandar a los médicos a África», dice Arribas.

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