Mujeres jóvenes que atendían misa, la mayoría de las víctimas del atentado en El Cairo

Los cristianos coptos, una de las iglesias más antiguas de la religión cristiana, son habituales sujetos de violencia sectaria

EL CAIRO Actualizado: Guardar
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La Iglesia copta egipcia conmemora este lunes a sus «mártires» más recientes, víctimas del atentado terrorista del domingo contra una iglesia en El Cairo. Una bomba, colocada en la Iglesia de san Pedro, anexa a la Catedral de San Marcos sede del patriarcado copto ortodoxo, se cobró este domingo las vidas de 23 personas, la mayoría mujeres. La bomba, que explotó hacia las 10:00 de la mañana hora local durante el servicio del domingo, afectó sobre todo una zona de la iglesia reservada para ellas.

Veronia y Marina Fahim, hermanas de 18 y 20 años respectivamente, son las primeras caras de las víctimas. Familiares y amigos han compartido en las redes sus fotos sonrientes mientras lamentaban la tragedia, que se ha convertido en el peor atentado terrorista contra cristianos en Egipto.

Marina estudiaba en Negocios en la Universidad de Helwan, mientras que Veronia se había graduado recientemente del colegio —llevado por religiosas— al que asistieron ambas hermanas.

Veronia y otra chica llamada Varina son las más jóvenes de los nombres que han transcendido, la mayoría sobre la treintena, que encontraron la muerte mientras asistían a misa. Mónica Athanasius Boulos recuerda a su madre, Mónica Mijail, de 60: «Mi mamá fue al cielo del paraíso con el resto de mártires. Murió como un mártir, ahora está con Jesús».

A última hora del domingo, el Ministerio de Salud publicó la lista de nombres de las víctimas del atentado, que fueron trasladadas a dos hospitales cercanos, donde este domingo se concentraron ansiosas algunas familias. Al menos otras tres personas continúan en estado grave, según un comunicado del Ministerio.

La mañana del lunes, el patriarca copto Teodoro II ha oficiado una misa en recuedo de las víctimas. En la iglesia de Santa María se han concentrado personalidades religiosas y estatales, mientras frente al edificio decenas de personas coreaban, enarbolando una única cruz, «queremos a nuestras hermanas», «oh señor, oh Jesús». Los concentrados pasaban del dolor al enfado, de los cánticos coptos a gritos contra el Gobierno «que ha permitido esta masacre». Esta vez, la iglesia estaba rodeada de un importante cordón de seguridad policial y militar, y un helicóptero sobrevolaba el área, donde la tarde del lunes se va a celebrar un «funeral de estado». En el memorial levantado donde el expresidente Sadat fue asesinado, Egipto ha colocado colgaduras negras.

El líder espiritual de los coptos egipcios, el papa Teodoro II, subrayó durante el funeral que «el terrorismo negro tiene como objetivo golpear la estabilidad de toda la patria». A la iglesia de Santa María se ha desplazado también el presidente egipcio Abdelfatah Al Sisi, contra quien ayer decenas de coptos gritaron «si la sangre de los egipcios es barata, que se vaya el presidente».

Activistas coptos como Samuel Tadros critican la apropiación del Estado egipcio de la tragedia y las víctimas, para quienes se organiza un funeral de estado. «Los coptos sienten que el Gobierno no está cumpliendo su promesa de protegerlos» señala Timothy Kaldas, investigador del Instituto Tahrir de Políticas para Oriente Medio, para añadir que «pese a eso, el Gobierno de Al Sisi va a vender este atentado como una parte más de la lucha contra el terrorismo». En un comunicado distribuido la tarde del domingo, Al Sisi lamentó la muerte de «coptos y musulmanes», y aprovechó también para exaltar «la heroica lucha» de las fuerzas de Seguridad y el Ejército. «El terrorismo está dirigido contra la patria de los cristianos y de los musulmanes, pero Egipto se fortalecerá ante estas circunstancias, como de costumbre», subrayó Al Sisi.

«No necesitamos tres días de luto, queremos que los culpables reciban su castigo», señala una joven cristiana copta. Muchos recuerdan el atentado de la Iglesia de Los Santos en Alejandría, al norte del país, cuando 23 personas muriendo al explotar un coche bomba junto al complejo religioso. El suceso todavía no ha sido esclarecido, ni los culpables —por acción o negligencia— no han sido procesados. El atentado contra la iglesia en Alejandría calentó los ánimos de esta minoría religiosa en Egipto (10% de la población) y precedió en apenas unas semanas a las protestas que desembocaron en la revolución de Tahrir.

Los cristianos coptos, una de las iglesias más antiguas de la religión cristiana, son habituales sujetos de violencia sectaria. Rumores de que se está construyendo una iglesia, o de que alguien ha criticado al profeta del islam acaban en ocasiones, especialmente en zonas rurales, con turbas furibundas azuzadas por el discurso salafista atacando familias y prendiendo fuego a iglesias. Sólo en 2016, el grupo Eshhad, que monitorea la violencia religiosa en Egipto, contabilizó 54 incidentes de violencia sectaria de diferente intensidad. El último, el 25 de noviembre en una aldea de la provincia de Sohag, saldándose en 15 casas atacadas: todo comenzó con el rumor de que un edificio particular se estaba utilizando como iglesia.

Atentados organizados por grupos terroristas contra la minoría cristiana no han sido tan habituales, aunque Mina Thabet, investigador en minorías de la Comisión Egipcia para Derechos y Libertades (ECRF), señala que es sólo «un paso más consecuencia del discurso sectario y fatuas anti-otras religiones de algunos predicadores».

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