Alemania, un «paraíso» solo temporal para refugiados

El Gobierno prepara una ley que prevé restringir las prestaciones de asilo

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«En Alemania, el Gobierno nos ayuda a todos. Es mejor que cualquier otro país europeo». Habla Zacharia, originario de Kamyaran, en el Kurdistán iraní. Acaba de cumplir 29 años en Karlshorst, el nuevo alojamiento provisional para solicitantes de asilo en Berlín. A un tiro de piedra del Museo Ruso-Alemán, donde se conserva intacta la sala en la que los nazis firmaron la capitulación en el frente oriental en 1945, el centro abrió sus puertas el pasado agosto.

La prensa local señalaba entonces que en este antiguo edificio de oficinas de la compañía Deutsche Telekom, vacío durante los últimos cuatro años, cabían 300 personas, pero dos semanas más tarde ya sumaban un millar. «Hemos ido habilitando más antiguas oficinas, pero ahora ya estamos al completo», explica Rüdiger Kuns, director de este albergue administrado por la Cruz Roja Alemana.

El Gobierno de Berlín planea crear 4.000 plazas más en la ciudad de aquí a fin de año. Entre 300 y 600 solicitantes se registran a diario en la ciudad ahora mismo.

Por los alrededores pasean familias sirias al completo. Recortados sobre un fondo urbano germano-oriental de hormigón viejo y visillos blancos, van siempre todos juntos, al supermercado de la esquina o a dar una vuelta para matar el aburrimiento. Muchos están pendientes de que se apruebe su solicitud de asilo, que les permitirá quedarse legalmente en Alemania y recibir ayuda social. «Los primeros días no salen del centro, se sienten inseguros, pero luego se animan y empiezan a dar pequeños paseos», explica Kuns.

Una visita al centro de acogida a media mañana es un reflejo de una nueva normalidad alemana con los refugiados. Una viejecita arrastra hacia el albergue un carrito de la compra lleno de comida, y cinco minutos después llega una joven bloguera cargada de galletas que participa en una red de donaciones. En las redes sociales proliferan las iniciativas de solidaridad. Si se propaga el rumor de que va a llegar a Berlín un tren con refugiados a bordo, en poco tiempo los activistas se plantan en la estación para recibirlos con algo de comida y agua.

Alemania es el destino escogido de muchos de los solicitantes de asilo que recorren Europa del sureste al noroeste en las últimas semanas en busca de un destino seguro. La reacción de Angela Merkel a la avalancha migratoria fue darles la bienvenida. ¿Pero lo tienen tan fácil en el país de «la canciller de los refugiados»? Las leyes que prepara ahora el gabinete Merkel buscan gestionar un alud que desbordó a las autoridades y motivó la reintroducción de controles en la frontera, pero también ponerles las cosas más difíciles a los que lleguen en un futuro cercano.

Los solicitantes se alojan primero en un centro de acogida como el de Karlshorst. Una vez registrados, son repartidos entre los distintos estados federados, según una cuota que considera población e ingresos fiscales. Al llegar a su ciudad de destino, presentan su solicitud de asilo. En el caso de los sirios y los afganos, el Gobierno ha decidido que el trámite no durará más de tres meses, ya que las autoridades saben que en su mayoría son aceptados. Zacharia no es ni sirio ni afgano, así que cuenta con quedarse «una buena temporada» en Karlshorst.

Ya antes de ser reconocidos como tales, como en el caso de Zacharia, se les considera «tolerados». Reciben 359 euros mensuales y tienen derecho a una plaza en un centro de acogida. Si su solicitud es aprobada y pasan en Alemania 15 meses, pueden pedir ayuda social, subsidio que en el en caso de Zacharia, al ser soltero, suma 399 euros al mes, más los costes de vivienda. Pueden buscarse un piso de alquiler, pero Alemania tiene un problema de carestía de vivienda que el Gobierno pretende aliviar construyendo unas 350.000 en 2016.

Mayores restricciones

Las cosas se van poniendo más difíciles para los refugiados. Esta semana, varios medios adelantaban un proyecto de ley que el diario «Süddeutsche Zeitung» describe como «la mayor restricción de prestaciones para los asilados en toda la historia de la República Federal». A la espera de un sistema europeo de reparto más equitativo, la regla de Dublín se aplicará a rajatabla y los refugiados solo tendrán derecho a un billete de vuelta al primer país europeo que pisaron y a comida para el viaje, no a atención médica.

El Gobierno permitirá a los inmigrantes con formación sanitaria atender a los enfermos. El objetivo de la ley es evitar «falsos estímulos» para venir a Alemania, según el borrador que adelantaron varios medios. Pro Asyl, la mayor organización de apoyo a los asilados del país, critica que las medidas planeadas «convierten en programa de Gobierno el aislamiento, la intimidación y el desamparo». El borrador también prevé transferir a las autoridades fronterizas la competencia de examinar si le corresponde a Alemania tramitar una solicitud de asilo. En otras palabras, que la misma Policía Federal podrá decidir si un refugiado tiene derecho o no a pedir asilo en Alemania.

Pero los refugiados que se han hecho autofotos con Merkel pueden estar tranquilos. Un portavoz del Ministerio del Interior aseguró que las medidas no afectarán a la mayoría de solicitantes que ha llegado a Alemania este verano sin haberse registrado antes en otro país de la UE.

Para los que se quedan, el Gobierno ya ha tomado medidas para integrarlos en el mercado laboral, ampliando la oferta de cursos de alemán y de formación. Ahora, los inmigrantes solo tienen prohibido trabajar durante los primeros tres meses. Antes tenían que esperar nueve meses. Pero eso solo les facilita las cosas hasta cierto punto, ya que las oficinas de empleo siguen dando preferencia a alemanes y comunitarios.

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