Demografía

«No entendíamos por qué no podíamos dar un beso cada noche a nuestra hija de cinco años»

El declive de muchas zonas rurales obligó a la familia de Rocío Sánchez a abandonar el pueblo de sus antepasados y a separarse de su hija pequeña

En la imagen, de izda. a dcha., Ramón Sánchez, Rocío Martínez, Laura Peraita y Sergio del Molino en el auditorio de CaixaForum Zaragoza Sara Campos
Laura Peraita

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Con rabia, impotencia y mucho dolor. Así recuerda Rocío Martínez el momento en el que en 1974 se cerró el único colegio de Añavieja, su pueblo natal (Soria). Como si del Flautista de Hamelín se tratara, esta decisión se llevó a todo los niños hasta el colegio de Ágreda , también en Soria, donde permanecían internos de lunes a viernes. « Mi hija de cinco años lloraba desconsolada cuando la dejábamos allí y a su padre y a mí se nos desgarraba el corazón. No entendíamos porqué no podíamos darla un beso cada noche o prepararla el desayuno como siempre. Rotos por no poder tener la vida familiar que deseábamos y ser presos de un sentimiento de angustia que nos ahogaba, tuvimos que abandonar las tierras que vieron nacer a nuestros antepasados y que tanto trabajamos para subsistir. Nos marcharnos a vivir a Tarazona para estar más cerca de nuestra hija».

Hoy, su pueblo natal sufre, además, las consecuencias del bajo índice de natalidad y del envejecimiento de la población , lo que los expertos denominan «suicidio demográfico», y apenas cuenta con 64 habitantes. «Está llamado a desaparecer. Yo no querré verlo cuando sea un pueblo fantasma. Es una tristeza muy grande».

El sentir de Rocío Martínez es solo uno caso entre los miles de familias que se han visto obligadas a abandonar su pueblo natal porque su proyecto de vida se hacía inviable . Un abandono físico «porque el pueblo siempre está en la mente y el corazón», como apunta esta mujer de 74 años.

«En un país democrático la gente debe vivir donde quiera y no verse forzada a irse de la tierra que les vio nacer»

España ha sido un país eminentemente rural hasta bien entrado el siglo XX. Aún hoy más de la mitad de su territorio es rural , según los criterios de la OCDE, aunque el 80% de la población viva en ciudades.

Entre 1950 y 1970 se produjo el éxodo que supuso un viaje solo con billete de ida. En  menos de 20 años, las ciudades triplicaron su tamaño , mientras que las vastísimas extensiones del interior, que nunca estuvieron muy pobladas, se terminaron de vaciar y entraron en lo que los geógrafos llaman el declive rural. El campo quedó abandonado, miles de aldeas desaparecieron. Otras tantas quedaron a modo de residencias de ancianos, sin actividad económica y sin servicios básicos.

Memoria del desarraigo

¿Qué consecuencias tiene para España este reparto de la población? ¿Por qué no se toman medidas para evitar que desaparezca el patrimonio rural? ¿Son los habitantes de estos pequeños pueblos ciudadanos de segunda por disfrutar de menos servicios y sentirse obligados a abandonar el lugar en el que quieren vivir?

Tal y como apuntó Sergio del Molino , autor de «La España vacía» , durante su intervención en la jornada «Conversaciones de Mayores» –organizada por ABC y Obra Social «la caixa » y celebrada en Zaragoza bajo el título «Demografía y envejecimiento: el medio rural frente al urbano» –, en nuestro país se han producido varios éxodos, pero el mayor se llevó a cabo en 1959 cuando el régimen de Franco cambió la política económica y se produjo un proceso de industrialización en las ciudades que fomentó el abandono masivo de los pueblos.

«Se creó una profunda herida en la mente de muchas personas, la que supone romper con sus tradiciones, abandonar la casa donde habían vivido sus antepasados, acabar con una cultura milenaria...»

« Es la época del Seat 600, del consumismo y del nacimiento de nuevos barrios en las urbes . Un momento de gran prosperidad que, sin embargo, dejó en el camino una España interior deteriorada. Muchos pueblos se arruinaron. Se creó una profunda herida en la mente de muchas personas, la que supone romper con sus tradiciones, abandonar la casa donde habían vivido sus antepasados, acabar con una cultura milenaria... Un proceso que aún no se ha superado. Es la memoria dolorosa del desarraigo », asegura Del Molino.

Para paliar esta situación, según apuntó en estas jornadas Ramón Sánchez , natural de Ejea de los Caballeros (Zaragoza), localidad de la que salió en su juventud para estudiar y trabajar, es necesario que los pueblos dispongan de más servicios sociales. « No es posible que tengas que ponerte malo solo los martes porque es el día que va el doctor al pueblo . Hacen falta colegios, médicos, transporte, acceso a internet, carreteras... La cuestión es que todo eso supone una gran inversión que parece resultar poco rentable. Sin embargo, todos somos ciudadanos, vivamos donde vivamos, y pagamos impuestos. No se puede permitir que hay ciudadanos de segunda», apunta.

«El Estado tiene que asumir su responsabilidad. No se puede delegar a las comunidades autónomas»

El problema, según añadió Sergio del Molino, es que la voz de los habitantes del medio rural no llega a los políticos. «Este asunto no aparece en su agenda porque saldría muy caro. Todo es gasto. Sin embargo, la España vacía es el verdadero problema territorial de nuestro país porque genera desigualdad, grandes diferencias sociales. El Estado tiene que asumir su responsabilidad. No se puede delegar a las comunidades autónomas una cuestión que es estatal. En un país democrático la gente debe vivir donde quiera y no verse forzada a irse».

Para evitar la desaparición de los pueblos, Del Molino propone, además, que se hable del asunto en jornadas, que esté en el discurso político, en los medios de comunicación, que cambie el «chip» del consumidor para que apueste por productos locales, que crezca la responsabilidad social de las empresas para favorecer estas zonas ... «Antes se apelaba solo al tema emocional, cultural o folklórico, pero ahora la cuestión va más allá y tiene mucha carga política. La buena noticia es que, según el Comisionado del Gobierno para el reto Democrático, es uno de los pocos temas que genera consenso en todos los políticos. Es, por tanto, momento de actuar», concluye.

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