Una de las sedes de la Cienciología en la ciudad de Los Ángeles
Una de las sedes de la Cienciología en la ciudad de Los Ángeles - MARIO ANZUONI

El azote de la Cienciología reclama que el culto pague impuestos en EE.UU

Alex Gibney, director del exitoso documental sobre la organización a la que pertenecen Tom Cruise y John Travolta, insiste en sus abusos y posibles delitos

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Desde el pasado mes de enero, cuando el documental «Going Clear» se estrenó en el Festival de Sundance, la iglesia de la Cienciología ha inundado Internet de informaciones y anuncios contra Alex Gibney, director de la cinta; HBO, la cadena que la ha producido; y varios ex miembros del culto que dieron su testimonio.

El 29 de marzo HBO emitió la película en su canal de televisión y consiguió su mejor audiencia para un documental (1,7 millones de espectadores) desde el estreno del primer episodio de Spike Lee sobre el desastre del huracán Katrina. La Cienciología ha redoblado la campaña en EE.UU. para desprestigiar el documental: cualquier búsqueda en Google sobre la cinta, el director o sus protagonistas resulta en enlaces pagados que aparecen en la primera posición de los resultados.

En Youtube, es habitual toparse con anuncios de varios minutos que atacan las relevaciones de «Going Clear».

¿Qué es lo que molesta al culto de Tom Cruise y John Travolta? Con probabilidad, todo lo que aparece en el documental: un retrato sórdido del fundador de la Cienciología, L. Ron Hubbard, en el que hay amenazas a su mujer, problemas con el fisco, abusos a sus subordinados; el maquillaje que el culto ha hecho de la biografía de Hubbard: su papel en la Segunda Guerra Mundial, sus estudios o su vida matrimonial; las presiones y amenazas de la Cienciología a la hacienda de EE.UU. para no pagar impuestos; los testimonios de abusos presentados por ex miembros del culto, que después han sido amenazados, perseguidos e intimidados cuando se han pronunciado contra la organización; el relato de los castigos –desde palizas a detenciones en una especie de prisión a la que llaman «el agujero»- impuestos por el actual líder del culto, David Miscavige; los privilegios a estrellas de la Cienciología, como Tom Crusie, y la fortuna amasada por Miscavige que contrastan con los salarios inferiores a un dólar por hora que reciben los miembros de la Sea Org, considerados el clero de este culto.

Ahora, Gibney quiere que haya actuaciones específicas contra la Cienciología, y con la base de estos abusos y el viento a favor del debate que ha creado su documental, exige que se le niegue la exención de pago de impuestos en EE.UU. Lo expresó hace unos días en un editorial en «Los Angeles Times».

Gibney explica que las razones para ello no están en su controvertida teología –uno de sus puntos centrales es un dictador extraterrestre intergaláctico, llamado Xenu, que hace 75 millones de años exterminó a millones de prisioneros con bombas de hidrógeno en lo que entonces era la Tierra- sino en el no cumplimiento de algunos requisitos en los que se basa la exención fiscal para organizaciones benéficas: que no sirvan «al interés privado de ningún individuo» y que sus objetivos o actividades «no sean ilegales ni violen normas fundamentales».

Para Gibney, «está claro que la Cienciología la dirige una sola persona, David Miscavige», que hay famosos como Tom Cruise –ni él, ni Travolta ni Miscavige quisieron hablar para el documental- «que reciben beneficios privados a través de la explotación de trabajadores con salarios bajos» y que otros utilizan los activos de esta iglesia «para su propia ganancia». Gibney reitera las informaciones periodísticas, investigaciones y demandas que, como en su película, relatan «alegaciones de encarcelaciones falsas, tráfico humano, escuchas ilegales, asaltos, acoso e invasiones a la privacidad» dentro del culto. Ni estas actividades ni la doctrina de la «desconexión» –impedir que los miembros tengan ningún contacto con nadie crítico con el culto, aunque sea un familiar- pueden ser «subsidiadas a través de la exención fiscal de la Cienciología», defiende Gibney. «La primera enmienda [de la Constitución de EE.UU., que consagra la libertad de religión] no puede ser una cortina de humo para esconder abusos a los derechos humanos y posibles actividades criminales», concluye.

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