La nave central con el altar de fondo de la parroquia de la Epifanía del Señor
La nave central con el altar de fondo de la parroquia de la Epifanía del Señor - IGNACIO GIL

Parroquia de la Epifanía del Señor: Tiempo, talento y dinero al servicio de la fe

La iglesia, enclavada en Carabanchel, acoge a sus feligreses y a una obra social más ingente

MADRID Actualizado: Guardar
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La divina estrella señala el lugar de destino en el barrio de Carabanchel (Nuestra Señora de la luz, 64). De la mano de Rubén Darío «- Yo soy Gaspar. Aquí traigo el incienso./ Vengo a decir: la vida es pura y bella./ Existe Dios. El amor es inmenso./ ¡Todo lo sé por la divina estrella!». Esa divina estrella que se divisa en lo alto de la torre parroquial, moderna y blanca. Los Reyes, sabios y magos, que representan la sabiduría y la grandeza, se postraron ante un niño débil. Friso del altar mayor de esta parroquia, obra de los talleres de Arte Granda. Como diría el epitafio ignaciano que tanto le gusta al Papa Francisco: «No estar obligado por lo más grande, sino estar contenido en los más pequeño: esto es divino».

Así es la parroquia de la Epifanía del Señor, una Iglesia pequeña que contiene lo grande; lo humilde que expresa lo sublime, manifestación de la esperanza. Una parroquia dedicada a la gloria de Dios desde lo pequeño.

José Galera Gómez es el párroco. Un joven y activo sacerdote que refleja sencillez y bondad. Me habla de su madre. Decía que la parroquia de su hijo era la mejor del mundo. Y él siempre cree lo que le dice su madre. Las madres de los curas merecerían un capítulo aparte. O un libro añadido. Como el párroco había encendido las luces del templo para la sesión fotográfica, y eso es un dispendio, fueron cuatro las ocasiones en que los fieles interrumpieron la conversación para recordarle que había que apagar los focos. La voz de los fieles. El párroco, sin más sacerdotes que le acompañen en su tarea, insiste: «En esta parroquia necesitamos la colaboración de todos». Como dicen los curas norteamericanos cuando alguien se ofrece para ayudar: «Aquí siempre necesitamos tiempo, talento y dinero. Por ese orden». Tiempo, talento y dinero, claves también, de una buena comunidad.

Tiempo. El templo parroquial se consagro el 29 de enero de 2011 por el cardenal Rouco, siendo párroco Cipriano García Moraño y vicario parroquial Antonio Fernández Velasco. Anteriormente, la comunidad, de unos ocho mil feligreses, había vivido en unos bajos que hoy son almacén de algo más que la curia diocesana. Las puertas están abiertas desde primera hora de la mañana hasta caída la tarde. Fruto del Año de la misericordia de una Iglesia real de puertas abiertas. Y siempre con fieles, el tiempo de los cristianos. El párroco atiende la vecina residencia de ancianos ORPEA. Los lunes lleva la comunión a los enfermos y los sábados celebra allí la misa. Pero la pastoral primera y principal es la de los pasillos, que para eso hay que estar. Horas de escucha y silencio. La Iglesia que es también escucha.

Fachada principal de la parroquia de la Epifanía del Señor
Fachada principal de la parroquia de la Epifanía del Señor - IGNACIO GIL

Talento. El «café libertario» -lo llaman así, qué se le va a hacer- es un café con los matrimonios jóvenes de la parroquia en el que se habla de todo, que no de todos. Así también se hace parroquia. Más talento añadido. La comunidad está en proceso de recambio generacional en el grupo de los catequistas que enseñan a unos cien niños y a veintitrés adolescentes dedicados a la confirmación. Los Misioneros Javerianos tienen una casa formación dentro del territorio parroquial. Colaboran en la liturgia. Ah, y el talento comienza con los niños que meten ruido en misa, porque el párroco está orgulloso de que los más pequeños participen así en las celebraciones. Algo que aprendió del obispo que le ordenó, cuando éste decía que los niños en misa nunca molestan. La asignatura pendiente es la pastoral de los matrimonios. Y mira que el párroco lo intenta.

Dinero. Nada más entrar al templo hay un cartel que reza: «Hasta nuevo aviso no se recoge ropa por saturación del ropero». Así es la generosidad de los fieles que incluso llegan a saturar el ropero. En Cáritas, con lo poco del presupuesto que se tiene, y con una ayuda de Cruz Roja y del Banco de Alimentos, se presta ayuda a un centenar de familias, la mayoría inmigrantes. Dinero para que los que más lo necesitan se sientan como en casa. Porque, como insiste José Galera, párroco de la Epifanía del Señor, «esta es mi casa, y la de quienes aquí se acercan».

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