Las vidrieras del templo están realizadas por artesanos de Irún y retratan a los cuatro Evangelistas y a Cristo
Las vidrieras del templo están realizadas por artesanos de Irún y retratan a los cuatro Evangelistas y a Cristo - ISABEL PERMUY

Nuestra Señora de las Delicias: parroquia fundida en hierro y con alma interreligiosa

El templo, que fue de los ferroviarios, también se convierte en sinagoga en la fiesta del «Séder del Pésaj»

Madrid Actualizado: Guardar
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La Iglesia es un tren que pasa, pasa y pasa, y vuelve a pasar, y nunca de lejos. Un expreso al que nos subimos en una estación de andares balbucientes. Porque el tren de la Iglesia está siempre en camino. La estación primera y segunda y tercera tiene un nombre, sacramento, y se celebra en un lugar, un templo, una parroquia, que es como dar espíritu y comunidad al espacio en el tiempo.

Para más señas, hoy, la parroquia que fue de los Ferroviarios, Nuestra Señora de las Delicias. Ya lo decía el libro de los Proverbios: «Mis delicias son los hijos de los hombres». La Parroquia contigua al museo del Ferrocarril, estación de la fresa, arquitectura de Emile Cachelievre y el ingeniero Calleja, ejemplo de entramados de hierro, inaugurada en 1879 por el Rey Alfonso XII.

El Cristo de la Delicias es el Cristo del buen camino, y sus realistas trazos de madera son las heridas de quienes le rezan. Ya lo decía la Didajé, hay dos caminos en la vida del hombre…

El templo, también postconciliar, mixtura de hierros, madera y ladrillos, es testigo del sorprendente tráfico de personas que entran a hacer una visita al Santísimo en pleno mediodía primaveral de terrazas con vistas a la eternidad, que es como decir, con vistas al cielo.

El Cristo de las Delicias, del buen camino, reposa en vertical sobre dos raíles que me dicen fundieron como ofrenda trajes azules y grises, en una parroquia inaugurada un 19 de marzo de 1970 sobre los terrenos cedidos por Renfe, que eso también de la colaboración entre la Iglesia y el Estado. La parroquia, que nació del corazón de padre del patriarca Eijo y Garay para el núcleo ferroviario, fue erigida por decreto de monseñor Casimiro Morcillo el primero. Es nudo que también es Vía Crucis de kilómetros fundidos de vida.

Iluminada por la luz de un vidriera, Trinidad colorida, la imagen de Nuestra Señora de las Delicias fue diseñada por plebiscito. Los fieles querían a su Virgen también niña acariciando en su seno al Camino, la Verdad y la Vida. Su fiesta litúrgica, el 31 de mayo. Ternura del abrazo de las esposas y madres de aquellos hombres que gastaban su vida en la unión de puntos distantes y equidistantes, espoleando caballos de tecnología hacia el centro de la esperanza.

A los hombres, a los párrocos, también se les conoce por el tono de su móvil. El de Juan Francisco Garvía Díaz suena con el «Adoramus te, Domine» de Taizé. Y así es este sacerdote, con cierto aire de rabino, que sintetiza la historia de la Iglesia en Madrid. Otrora fue superior del Seminario con Tarancón, párroco en Aluche y secretario de la Vicaría de Vallecas con mi admirado Ángel Matesanz. De esta parroquia, hay que aclarar, viven aún todos los que han sido sus párrocos. La fundó y construyó mi querido monseñor Antonio Astillero, alma de catedrales; después le sustituyó Ángel González Prado, a quien apreciamos también por su hermano, sacerdote y periodista, Jesús González Prado. Y ahora Juan Francisco, que está acompañado por el joven Pedro Sabe Andreu, que tiene admirada a la feligresía porque lo mismo imparte clase de informática que de Afraates y Efrén el Sirio; Cirilo de Jerusalén, de Alejandría o Atanasio. Colabora en la Parroquia el ya jubilado Fortunato García y Jordi Girau, hasta hace poco decano de filosofía en San Dámaso.

Y como la vida te da sorpresas, las parroquias no van a ser menos. La de Nuestra Señora de las Delicias es su veta ecuménica, interreligiosa para ser más exactos. En la fiesta del «Séder del Pésaj», la Pascua que vivió Jesús en Jerusalén, el salón de la cripta se convierte en sinagoga y templo, Antiguo y Nuevo Testamento. A esta celebración asisten los miembros de la Federación de Comunidades Judías de España. Por aquí anduvo el recordado Samuel Toledano y ahora viene David Hatchwell. Alfonso Ramonet, fino anfitrión, es quien hace posible que el diálogo entre los hermanos mayores y menores también se haga en el camino. En ese singular culto participan los hermanos evangélicos y los de las diversas ortodoxias.

Llena de vida

La Parroquia, de 15.000 fieles más o menos censados, está llena de vida porque su carisma es el movimiento. Carismas añadidos al carisma nos encontramos en la casa de las Ursulinas del Monte Varrallo. También es punto de encuentro de los miembros del Opus Dei, que viven en la zona, y de las Cruzadas de Santa María que atienden el Colegio de titularidad parroquial, antigua sede de la Fundación de Niñas Huérfanas de Madrid.

Al Aula de cultura, arte y ocio de la parroquia se suman el Taller de ornamentos litúrgicos y los grupos de catequesis. Cuentan con más de 100 niños de primera, y no última comunión, y con más de medio centenar de adolescentes y jóvenes confirmandos. Y la caridad, que es la propia vida de la Iglesia, a través de esa siempre Cáritas que ha destinado 22.072 euros este año en ayudas a 162 familias; y ha distribuido 44. 600 kilos de alimentos. Confiesa el párroco de las Delicias que el 20% de los fieles de la parroquia son inmigrantes, la mayoría ecuatorianos.

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