Antonio Vega, durante un concierto en 2004
Antonio Vega, durante un concierto en 2004 - DE SAN BERNARDO

Las huellas de Antonio Vega en Madrid

Se cumple un cuarto de siglo del lanzamiento de «No me iré mañána», el primer disco en solitario del artista

Madrid Actualizado: Guardar
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Antonio Vega (Madrid 1957-Majadahonda 2009) retrató lugares y circunstancias imaginarias que, con diferentes interpretaciones, son compartidas por aquellos que alguna vez cerraron los ojos con una de sus canciones. Un pensamiento romántico por la chica de ayer, conflictos internos ante nuestros propios monstruos de papel, la presencia de una figura, abstracta o tangible, por la que dejarse llevar. De una forma u otra, su Madrid natal abarca buena parte de su enigmática inspiración, desde el «Penta» hasta la plaza anexa que hoy lleva su nombre; una huella reconocible como una suerte de patrimonio común a distintas generaciones.

Placa de la plaza de Antonio Vega, en el barrio de Malasaña
Placa de la plaza de Antonio Vega, en el barrio de Malasaña - ABC

En la confluencia de la corredera alta de San Pablo y las calles de Velarde y Fuencarral, a un paso del mítico bar «Penta», otrora epicentro del recreo nocturno, se ubica la plazuela de Antonio Vega desde marzo de 2011.

El cartel que lleva su nombre, sustraido por sus fans cada cierto tiempo, es un homenaje al artista, pero también a una época. Quizá el barrio de Malasaña, aún con un punto transgresor y moderno, sea el penúltimo recuerdo de La Movida. La plaza, en contra de la naturaleza de este fenómeno musical y social, es tranquila y austera; acaso como el carácter que siempre se le ha atribuido a Vega, introvertido y personal. Quien lo conoció, sin embargo, asegura lo contrario.

El «Penta» o, por inercia, el desaparecido Rock-Ola son las referencias evidentes a las huellas de Antonio Vega en la capital. El primero, donde pasó innumerables noches, aparece en «La chica de ayer», original de su etapa con Nacha Pop y considerado el himno del pop español. No obstante, el callejero de Madrid está trufado de lugares que tuvieron cierta importancia en la vida y el despertar del artista. En el Teatro Barceló (la antigua discoteca Pachá), en 1979, irrumpió con su banda como telonero de Siouxsie and The Banshees. Un año más tarde, en Vistalegre, hizo lo propio en un concierto de Los Ramones. Eran los primeros pasos de Nacha Pop, que, junto a otros grupos como Los Secretos, representaban los acordes románticos y medidos entre la irreverencia de La Movida. Casi una década después, en octubre de 1988, rompió su techo con dos conciertos en la también extinta discoteca Jácara, situada en la calle Príncipe de Vergara.

Antonio Vega, voz y rostro de Nacha Pop, emprendió después su carrera en solitario, de cuyo primer disco se cumplen ahora 25 años. Desde «No me iré mañana», el nombre de ese álbum, el madrileño hizo poesía de episodios de miseria que, presumiblemente, hablan de sus fantasmas y adicción a la heroína. Vega murió a los 51 años por una dolencia pulmonar.

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