Iglesias de Madrid

Basílica de Jesús de Medinaceli: geografía de religiosidad popular

Todos los viernes del año, y en especial el primero de marzo, los fieles hacen largas colas para rendir tributo a Jesús

MADRID Actualizado: Guardar
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¿A quién buscáis? A Jesús, el Nazareno, «Ecce homo». He aquí, ahí está. «Vivía alejado de la Iglesia, pero un día pasé por esa puerta y sentí que alguien me llamaba. Terminé en el confesionario». «Perdí el trabajo, mi hija pequeña enfermó. Sólo me quedaba Él, mi Jesús». «Mi madre me traía de niña y pasábamos horas y horas esperando, los viernes, a besar la imagen de ese Jesús que te mira más allá de los ojos, que lo sabe todo de ti». «Terminé llorando arrodillado y sentí que Jesús me abrazaba y acariciaba mis cabellos»… Letanía de frases, mosaico de esperanza, jaculatorias entrecortadas que oí cuando pregunté, síntesis del alma de esta parroquia, la parroquia de Jesús de Medinaceli, Nuestro Padre que es el Hijo y nuestro hermano.

Una parroquia encomendada a los padres, que son hermanos, Capuchinos. Una parroquia que tiene un potente imán de vida, la imagen de un Jesús, con fama de milagrero, rescatador de cautivos y rescatada ella, peregrino, África, Europa, Suiza y este Madrid que le lleva grabado en el alma. Un Jesús atado de manos como todo espíritu atribulado por el sufrimiento.

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Los viernes, todos los viernes del año, y el primer viernes del mes de marzo, fieles devotos, la Familia Real de España, por centenares, por miles, hacen cola para rendir tributo agradecido al Jesús que todo lo puede, para tocar, al fin y al cabo, su cuerpo. El cuerpo de una talla de estilo sevillano, de no se sabe si del taller de Juan de Mesa, Luis de la Peña o de Francisco de Ocampo, imagen de un metro y sesenta y tres centímetros, vestida, segundo o tercer decenio del siglo XVII, como nos recuerda Domingo Fernández Vila en su magnífico libro sobre la historia del Cristo de Medinaceli.

El templo, otrora convento de capuchinos en terrenos del Duque de Medinaceli, reedificado por Fernando VII, vuelto a construir en 1927 por Jesús Carrasco Muñoz-Encina, de estilo neoclásico. Imaginería también presente de Tomás Parés, Mariano Bellver y Benlliure. Esplendoroso camarín y magnífico mosaico de Santiago Padrós Elías. Para ser precisos: la sede oficial de la parroquia es la cripta, con pila bautismal incluida e imagen del P. Pío. Así consta en el acta que firmara el 23 de enero de 1966 el obispo auxiliar de Madrid monseñor Ángel Morta.

Cripta

Una cripta que hoy alberga un magnífico tríptico del pintor Florencio Maíllo, una joya, un descubrimiento. Fray José María Fonseca, hermano, capuchino, amable y servidor, es el párroco y tiene de vicarios nada más y nada menos que al provincial y al vicario provincial de los Capuchinos de España, Fray Benjamín Echeverría y Fray Carlos Coca. Viven en comunidad de 13 hermanos que atienden el culto y el confesionario, horas y horas desde la mañana hasta la noche, reclinatorio de las almas atardecidas, fuente de misericordia. Treinta, cuarenta años sin confesarse, muchos, toda una vida, me dice el párroco.

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La parroquia ofrece unos cursillos prematrimoniales que dejan buen sabor de boca, y la catequesis de niños procedentes del todo Madrid. Unos ciento veinte bautizos al año y los grupos de oración del Padre Pío, la Legión de María, el grupo de los carismáticos, y el Aula de teología que ahora estudia la Sagrada Escritura en la que se habla de ese Jesús que está presente, he ahí el hombre, ahí estamos todos.

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