Juan Zumalde - VERLAS VENIR

Viejos

«Nosotros, me temo, no tratamos bien a nuestros mayores»

Juan Zumalde
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Mi viejo me contaba una historia de un padre que le decía a su hijo que fuera al desván a por una manta para envolver al abuelo y llevarlo al asilo. El niño tardaba y a la vuelta el padre le preguntaba por la demora. “He estado partiendo la manta en dos. Para cuando te tenga que llevar al asilo a ti”, respondía el chiquillo.

El nivel de civilización de una sociedad debería evaluarse en función de cómo esa sociedad trata a sus viejos. Así, veríamos que sociedades muy antiguas que veneraban a sus mayores eran mucho más civilizadas que algunas modernas que los apartan o incluso los maltratan.

Nosotros, me temo, no tratamos bien a nuestros mayores.

Esta semana nos hemos escandalizado con la lamentable fotografía de un anciano abandonado en una residencia. Porque el anciano estaba eso, abandonado. No ya por su familia, que tal vez también, sino por la propia residencia. No es así como hemos de tratar a nuestros mayores.

Todo lo que somos, nuestro nivel de bienestar, la sociedad desarrollada en la que vivimos, nuestro apellido, nuestro patrimonio, nuestra educación, en definitiva, todo, absolutamente todo, es el resultado de su trabajo, de su dedicación, de su amor, de su desinterés…

Y aceptando que acepto que algún anciano cabrón habrá, lo que tengo claro es que todo lo que disfrutamos es consecuencia de su trabajo y de su amor. Nosotros mismos somos el resultado de ese trabajo.

Lo que no entiendo es como una sociedad tan en deuda con nuestros mayores puede ser tan desagradecida con ellos como lo es. En nuestras residencias de ancianos hay un porcentaje importante de residentes que ni quieren ni necesitan estar allí. Que están allí para la comodidad de otros, no para la suya.

Pero eso sería poco relevante si no fuera por imágenes como la que esta semana ha estremecido más de una conciencia. Porque aunque la imagen es excepcional del todo, estoy seguro, es dramática, tremenda.

D ebemos ser realistas y no esperar que un hijo cambie un pañal a un padre con la misma ilusión que el padre hizo lo propio con el cuarenta años antes. Pero debemos tratar mejor a nuestros viejos y exigir a los que están en nuestro entorno que lo hagan también.

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