Vicente Ordaz - EL FARO

La tormenta perfecta

Si el PP sale del gobierno nacional y empieza la revolución, Bonig tendrá, además del tsunami judicial, batalla interna

Vicente Ordaz
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Es complicado vivir en Valencia, dedicarse a esto de la información política, y tratar de escribir sobre otro tema que no sea lo que está pasando en el PPCV. No hay más, demasiado para un cuerpo solo. La semana pasada desde esta misma columna y antes de saberse la imputación de todo el grupo municipal del Ayuntamiento de Valencia, reclamaba cambiar hasta el logotipo si el PP quería pensar en un futuro. Guante recogido por Isabel Bonig, consciente de que toda cirugía que se aplique es poca. El problema ahora es por dónde se empieza a meter el bisturí, porque nunca en la Comunidad Valenciana una formación política se tuvo que enfrentar a semejante limpia.

Aunque Bonig ha trasladado tranquilidad al actual equipo de concejales de Valencia, no va a tardar en llegar el momento en que tenga que pedir su dimisión.

Hasta donde yo se, más de la mitad del grupo se va enrocar. Si la imputación prosigue cuando se abra el secreto de sumario tenemos otro incendio a la vista y, este sí, acaba con todo.

Y la pregunta del millón, ¿Quién se debe quedar para ir dando forma y, sobre todo, aguantar la somanta de palos que van a caer durante los próximos años? No meses, años. Isabel Bonig y poco más. De ahí para abajo no puede quedar nada. El problema es que nunca el futuro del PPCV y el de Génova fueron tan de la mano. Si Rajoy sigue al frente del partido, algo cada vez más improbable, Bonig tendrá el respaldo de Madrid, que al final es lo que cuenta en una organización así. Pero si el PP sale del gobierno nacional y empieza la revolución, Bonig tendrá, además del tsunami judicial, batalla interna. O lo que es lo mismo, la tormenta perfecta que se llevó a George Clooney y su pesquero hasta el fondo del mar en la película de Wolfrang Petersen va a ser una «lluvia fina» al lado de la que se va a organizar en el PPCV, si no, al tiempo.

Y para cerrar, Rita Barberá. No puede eludir su responsabilidad con todo el grupo imputado. Algunos de ellos, «su gente» desde hace 20 años. Se ha quedado sola y lo sabe. Triste final para alguien que ha sido grande, grande de verdad.

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