Rafael del Cerro Malagón - VIVIR TOLEDO

Cifras y letras en las puertas toledanas entre 1866-1889 (I)

Es fácil hallar cartelas diseminadas en puentes, puertas o edificios de copiosa historia, redactadas en latín o castellano antiguo con vocación notarial

Rafael del Cerro Malagón
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De siglos, ha sido práctica universal emplazar enfáticos textos, henchidos de datos, en fábricas palaciegas, religiosas o públicas para recordar a la historia quiénes, cuándo y el porqué fueron alzadas. En Toledo es fácil hallar prolijas cartelas diseminadas en puentes, puertas o edificios de copiosa historia, redactadas en latín o castellano antiguo con vocación notarial. En ellas, los renglones epigráficos están trufados de nombres de reyes, regidores, eclesiásticos o nobles dadivosos con sus largos y solemnes títulos. Sin embargo, un punto de inflexión a estos usos se halla en la Puerta Llana de la Catedral, trazada por Ignacio Haan, donde, como remate de la neoclásica obra, en el severo dintel, campea un escueto rótulo: AÑO DE MDCCC.

Precisamente, en la segunda mitad del siglo que nacía entonces, crecería entre la nueva burguesía la moda de exhibir registros similares en las fachadas de sus propiedades.

En Toledo, como en otras ciudades, es posible ver sobre las puertas de algunas viviendas unos huecos de forma rectangular o semicircular que acogen artísticos herrajes -elaborados con pletinas onduladas o chapas troqueladas-, con las iniciales de sus dueños, el año de la construcción o ambas cosas. Es fácil hallar estos detalles en las calles y ejes más céntricos, desde la puerta de Bisagra hasta Santo Tomé, siendo raros o inexistentes en los antiguos barrios de humilde vecindad. Por otra parte, estos enrejados bastidores también facilitaban el paso de la luz natural a los oscuros portales que en numerosas casas de nueva planta ya no daban acceso a luminosos patios, sino a sombríos y empinados tiros de escalera, cuando aún la luz eléctrica era inexistente o bien no se había generalizado en todos los rincones.

A lo largo del tiempo, muchos de estos curiosos elementos han sucumbido entre los escombros de cualquier derribo ordinario, siendo hoy verdaderas piezas de arqueología doméstica los que perviven incólumes, con cierto aroma enigmático, en su mismo lugar de origen. Desde una simple reflexión y sin ánimo de exhaustividad, pues es seguro que habrá muchos ejemplos que desconocemos, podemos mostrar algunos de ellos y, en algún caso, con breves referencias a su origen.

El más temprano es una composición semicircular en la fachada del número 4 de la calle Real del Arrabal, en un hotel acoplado a una manzana que, en su origen, sólo tuvo dos plantas. Aquí, una verja exhibe las iniciales DAO, referidas a Dámaso de Arza Orrantía (alcalde de Toledo entre 1853 y 1854) y 1866, año de la edificación que coincidió con la remodelación general de esta vía urbana. Coetánea, y de similar estructura, es la existente en el interior de un patio particular, en la travesía de Dos Codos 1, que muestra en tres renglones la siguiente información: GJM Año 1866.

Con números de mayor tamaño, y en un casi anticipado modernismo, se conserva la fecha de 1867 en el número 5 de la calle Aljibillo. En cambio, en Tendillas 4 y 6, con un estilo más industrial, hay dos chapas circulares, troqueladas, ubicadas respectivamente sobre dos puertas gemelas; en la izquierda se ve el año de 1876 y en la derecha, LRC. En la fachada, unos azulejos evocan al profesor Guillermo Téllez que aquí residió; apuntando él mismo que tales datos debieron colocarse en una reforma hecha en este inmueble que acogió la primera casa de las Ursulinas, la Sociedad Arte y después, entre 1916 y 1936, la Sociedad Económica de Amigos el País.

El siguiente ejemplo, por orden cronológico, es el de la puerta central del Teatro de Rojas que, en un semicírculo, alberga un rótulo silueteado en chapa: Año de 1877. Curiosamente tal fecha es anterior a la inauguración oficial del coliseo que tuvo lugar en la tarde-noche del sábado 19 de octubre de 1878.

Después, hasta 1890, es posible encontrar más ejemplos. Así, en el número 2 de la calle de la Sillería -en el actual Centro de Salud- se lee el año de 1880. De sencilla y tosca forja es la composición dispuesta en la ermita de San Antón con la fecha de 1882. En la plaza Amador de los Ríos 9, otra ondulada pletina rodea un cuadrado central con las letras JLR y el año de 1883. En el número 2 de la travesía de la Plata, un inmueble, de aspecto más madrileño que toledano, ostenta una refinada chapa dorada que informa: Año de 1887. Debajo, en las dos hojas de madera, se talla una modernista «M» inscrita en un círculo y una decorativa cenefa concéntrica exterior.

Por último, en los gemelos portones del Seminario Mayor y de la Diputación si bien no hay fecha alguna, existen unas elegantes siglas talladas en la madera. El primero, que fue inaugurado el 29 de septiembre de 1889, exhibe Sn. Dl. Y (¿San Ildefonso?), mientras que en el segundo edificio, en las tres entradas, se repiten las iniciales DP (Diputación Provincialklh). Este palacio había sido proyectado en 1882 por el arquitecto quintanareño Agustín Ortiz de Villajos, con un largo período de obras que postergó su ocupación hasta 1898.

Como se verá en otra ocasión, la moda de estos juegos de cifras y letras aún alcanzaría el siglo siguiente.

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