Curri Valenzuela

Rajoy no quiere circos

Curri Valenzuela
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El Gobierno quiere evitar en el Congreso de los Diputados la repetición del circo que Podemos montó en la moción de censura contra Cristina Cifuentes celebrada la semana pasada en la Asamblea de Madrid, y con ese objetivo los integrantes del grupo parlamentario del PP van a recibir la consigna de que permanezcan callados y no respondan a las provocaciones, más bien seguramente insultos, que puedan recibir el próximo martes de los dos proponentes de la censura contra Mariano Rajoy: Irene Montero y Pablo Iglesias.

«El mejor despreció es no hacer aprecio», recuerdan en Moncloa citando el popular refrán. En el entorno del presidente no han gustado las respuestas subidas de tono de los consejeros de Cifuentes a las provocaciones de los portavoces de Podemos, que acabaron convirtiendo el pleno de la Asamblea en un patio de vecinos.

Exactamente lo que quería Iglesias: las portadas de los medios de comunicación con los titulares de la bronca y las acusaciones de corrupción en el PP madrileño.

El líder de Podemos ha hecho saber al grupo popular que las intervenciones que abrirán el debate el martes, primero de su portavoz, Irene Montero, y después de Pablo Iglesias serán extensas y dedicadas fundamentalmente a exponer su programa de Gobierno, conforme a lo que la Constitución establece que debe de atenerse una moción de censura. En el Ejecutivo creen que, efectivamente, van a utilizar esta ocasión para convertirse en la alternativa del PP y apropiarse del liderazgo de la oposición aprovechando que Pedro Sánchez no tiene escaño ni mas posibilidad de replicar a Iglesias que desde la sala de prensa de su sede de Ferraz.

Las intenciones de Podemos están muy claras. Al contrario, el planteamiento que hará el Gobierno constituye el secreto mejor guardado en vísperas del debate. Se sabe que todos los ministros están avisados de que se preparen para intervenir en cualquier momento, conforme al reglamento del Congreso que permitirá que hablen desde la tribuna una vez cada portavoz de un grupo parlamentario y cuantas veces quieran los proponentes de la moción y los miembros del Ejecutivo.

Se conoce también que en Moncloa han estudiado con detenimiento los pormenores de la moción de censura que Felipe González presento en 1980 contra Adolfo Suárez, que sirvió para presentarle como futuro presidente aunque perdiera la votación. En aquella sesión pidieron la palabra todos los ministros para refutar las propuestas del socialista sobre los temas de su competencia, pero González pudo con todos. En Moncloa saben, como todo el mundo, que tienen a varios ministros tocados y por eso dudan de su eficacia como oponentes del líder de Podemos.

Tampoco se fían de que Iglesias se vaya a limitar a presentar propuestas constructivas. «Si el debate se le pone cuesta arriba, recurrirá a la bronca», opinan en el Gobierno. De ahí que Soraya Sáenz de Santamaría tenga la misión de ir midiendo la respuesta del Ejecutivo y de que el propio Rajoy se reserve la opción de intervenir como broche final.

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