Salvador Sostres

Empieza la retirada

«El trayecto del independentismo está agotado porque no le llega para pagar el billete del autobús»

Salvador Sostres
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Quico Homs ha reconocido lo que hacía tiempo que todos sabíamos, y es que el trayecto del independentismo está agotado porque no le llega para pagar el billete del autobús. El que fuera el ariete del más irredento secesionismo se ha abierto al pacto con el Estado al no ver fuerza suficiente para la separación.

Han sido unos años de euforia callejera, de destrozar moldes, víncluos y cualquier principio de autoridad; años de vivir como si la Ley no existiera y no tuviera severos mecanismos para garantizar su cumplimiento.

La CUP ha precipitado los acontecimientos, pero el proyecto independentista no toca a su fin por culpa de la extrema izquierda, sino porque ha sido incorrectamente planteado y partía de una idea de Cataluña que es minoritaria y bastante ficticia.

Es cinismo y no asumir su propio fracaso que Homs acuse ahora a los alegres muchachos de la CUP de antisistema, como si hasta ahora no nos hubiéramos dado cuenta y, sobre todo, como si no fuera cierto que el único modo de que Cataluña pueda independizarse es a través de la más radical -y aventurada- desobediencia.

Calcinado por la corrupción, alejado del centro y sin capacidad para pactar con casi nadie, el que fue el partido hegemónico de Cataluña se prepara para refundarse después de habernos llevado al abismo con su estéril aventura. ¿Será capaz Convergència de regresar al autonomismo, aunque sea con mil disimulos? ¿Recuperará los votantes que perdió? ¿Perderá los pocos que retiene?

Tampoco será fácil reconducir a una ciudadanía a la que se ha instruido en la desobediencia y en la idea de que la democracia consiste en la obtención automática de lo que a cada cual le venga en gana. Que la CUP haya acabado teniendo la sartén por el mango es el inapeable retablo de lo que Mas ha sembrado. La primera consecuencia fue que Ada Colau tomara Barcelona. Cuando pones a la gente a desobedecer nunca pudes calcular en qué sentido va a hacerlo.

Tanto si la CUP vota finalmente la investidura de Mas como si no lo hace, Convergència ha interiorizado su escasez de recursos y prepara una rectificación en toda regla, aunque dejando algunas puertas abiertas para que no lo parezca.

Es cierto que Quico Homs hace también su cálculo electoral, reclamando diálogo y soluciones pactadas, para evitar la sangría de votantes moderados que Convergència ha ido teniendo a medida que se ha ido radicalizando, y que se podría incrementar sensiblemente tras sus alocados acuerdos con la CUP.

Es cierto que en la súbita moderación de Quico hay algo de estrategia electoralista; pero es una victoria del sistema que el independentismo más tozudo haya pasado de la candidez de creer que cuantas más «esteladas» más votos tendría, y que todo lo conseguiría como la fruta madura cae del árbol; al principio de realidad que quien se aleja del centro, pierde, y quien abandona la moderación, sangra.

Después de casi un mes tratando de negar los resultados del 27 de septiembre, por fin Convergència ha respondido al tratamiento de choque de la evidencia, el coágulo se le ha disuelto, y hemos dejado a un lado la extemporánea pantomima del patriota acorralado que quiere morir matando para ingresar «at once» al cálculo más o menos cínico de cuál es el mejor modo de administrar su retirada del parapeto de avanzada.

De fondo, con su tan criticada respuesta de perfil discreto, y hasta bajo, y con su esperar -que tantos tacharon de indolente- el inevitable colapso del adversario, Rajoy ha acertado por igual no dejándose arrastrar por los independentistas hiperventilados ni por las histéricas del otro lado.

Quien quiera ir al circo que compre entradas. Los Estados observan, entienden, se mueven lo mínimo -sólo cuando es imprescindible- y siempre, siempre ganan.

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