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Motociclismo

Los Márquez de 2025

Al albor de los éxitos de los grandes pilotos españoles, cada vez más niños deciden apuntarse a las escuelas de motociclismo

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La finura de Dani Pedrosa, la determinación de Jorge Lorenzo, el desparpajo de Marc Márquez, la alegría y responsabilidad de los hermanos Espargaró. Talentos sobre las dos ruedas que suman títulos y alegrías cada fin de semana. Pero detrás de sus éxitos descansa una intensa labor de aprendizaje y de formación para explotar sus cualidades. Y al albor de sus hazañas, las escuelas de pilotos se han llenado de niños que aparcan el balón o la raqueta y eligen la moto para emular a sus ídolos.

«A muchos niños la pasión les viene de los padres, aunque es un deporte muy especial y por mucho que insistan, si el niño no quiere, no hay nada que hacer», indica Kike Bañuls, director de KSB Sport, escuela con circuitos en Valencia y Madrid.

Fue entrenador de Héctor Faubel, pero se dio cuenta de que los pilotos apenas tenían formación, que se habían curtido a base de dar vueltas y vueltas y más vueltas. «Solían entrenarlos sus padres y se hacía una criba natural, pero no había apoyo formativo que les ofreciera siquiera unas normas de seguridad», recuerda como motivo para crear su propio colegio. «En todos los deportes te enseñan unas reglas básicas, pero no en el motociclismo, que era muy autodidacta», confirma José Luis Martínez Adán, responsable de Adan Racing, una de las escuelas de Lorenzo Competición, creada por Chicho Lorenzo, el padre de Jorge. Reciben a niños y niñas desde los dos años, por eso la filosofía en la que se basan todas las escuelas se asienta en tres pilares: seguridad, aprendizaje y diversión. Todo tiene que ser un juego: los ejercicios, las lecciones de educación vial, la forma de ascender a la siguiente moto o de categoría, las competiciones. Adaptadas por niveles, edades y potencia, es otra manera de formar a los pilotos dentro de la pista. «No hay premios individuales, gana la escuela porque todos se esfuerzan por igual y crecen en compañerismo», indica Bañuls.

Diversión y valores

Pero es imprescindible la formación fuera y la implicación de los padres. «Primero son personas, y después, pilotos. A partir de cierto nivel, a la educación física y técnica, añadimos un entrenamiento mental. Es un deporte en el que hay que tomar la decisión adecuada en décimas de segundo, y hay que trabajarlo», dicen desde Lorenzo Competición. «Deben traer el material y la merienda, sacar buenas notas, portarse bien en casa. Hay que educarlos en la responsabilidad, la moto lo requiere», confirma Bañuls. Por eso no entra ningún alumno sin licencia y sin seguro. Innegociable. «Deben ser rápidos, claro, pero buscamos otros valores: escuchar los consejos de los mayores, saber trabajar en equipo y tener ganas de aprender», señala Víctor Carrasco, Jefe de equipo de la Repsol Monlau School, encargado de descubrir a los jóvenes talentos, como hicieron con Marc Márquez.

La frontera entre la diversión y el inicio de un profesional está en los once o doce años. Mientras tanto, las niñas, más despiertas, y los niños, más competitivos, comparten clases, risas, juegos, responsabilidades, curvas, adelantamientos, campamentos y visitas de los grandes pilotos que saltan de sus sueños a la realidad. Lecciones magistrales de los campeones del hoy a los campeones del mañana.

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