CÁDIZ CF

Sonrisa recobrada

La afición del Cádiz CF cierra encantada un 2016 para la historia y ya espera ilusionada el próximo año

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La afición del Cádiz CF se ha ilusionado con su equipo.
La afición del Cádiz CF se ha ilusionado con su equipo.

Hacía mucho tiempo que la afición cadista no disfrutaba tanto en un partido como lo hizo el pasado domingo en Carranza. Cánticos, palmas, gritos de ánimo, festivas coreografías con participación de toda la grada, cerradas ovaciones a los jugadores, satisfacción general y sonrisas. Sobre todo sonrisas, esas muecas involuntarias que dibujan al exterior la felicidad que se alberga, que explosiona y que se derrama, esas que, a fuerza de tantos padecimientos y desengaños padecidos, parecían haberse extraviado de la faz amarilla y azul. Una hinchada por fin alegre, que vibró desde el primer minuto con el nervio, entrega y buen juego desplegados por su Cádiz CF y que enloquecía de júbilo a medida que los goles a favor iban cayendo, hasta el punto de vivir otra nueva goleada.

Quién lo iba decir hace justo un año, cuando caíamos derrotados en Algeciras y ni el más optimista de los seguidores podría augurar un cambio tan radical en juego, categoría y aspiraciones, tan sólo doce meses después. Pero esta es la grandeza y la miseria del fútbol, donde la gloria y el abismo penden de finísimos y, a veces, inescrutables hilos, pero en el que, a la postre, la diosa fortuna acaba recompensando al que siempre persevera y nunca desfallece. Y ni la afición ni el equipo, ahora erigidos felizmente en binomio inseparable, perdieron nunca la fe ni la esperanza en devolver al Cádiz CF al lugar que se merece.

Bien es sabido que la temporada es larga y sujeta aún a inevitables vaivenes en estado de forma y resultados, pero ahora es el momento de disfrutar y de sentirnos orgullosos de unos jugadores que han conseguido diez goles en tres partidos y cuyo nivel de juego y conjunción va en aumento por cada jornada que pasa. De asombrarnos con ese delantero descomunal como es Ortuño, de felicitarnos con la meteórica progresión del futbolista desequilibrante y de endiablada velocidad en que se ha convertido Álvaro García, de regocijarnos con la clase y exquisita filigrana de Abdullah, con la calidad de Brian. Con el buen hacer y pundonor de todo el equipo.

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